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Doctor Rodolfo Panizza
(Neurólogo)
Maestro de la profundidad y la sencillez
Hay algunos puntos que quiero resaltar. Primero, creo que los homenajes que se vienen realizando al doctor Gomensoro son muy merecidos, por el hecho de tratarse de un colega que ha sido y es muy respetado como ciudadano y como médico.El segundo punto a destacar es que yo lo conocí en una época tumultuosa para este mundo, para América Latina y para Uruguay, del año 68 al 74. Luego la vida nos separó geográficamente.
Yo en ese periodo estaba dando los primeros pasos, que son los fundamentales en la Neurología.
Mis recuerdos datan de esa fecha. No digo que se agotan ahí, pero se acumulan en esos seis años.
El tercer punto a resaltar son algunos de los hechos, con los que yo construí la imagen de Gomensoro.
En primer término, como una figura prototípica de maestro, en cuanto un maestro de la profundidad y la sencillez.
Pretendo hablar de los pequeños acontecimientos de la relación médico-paciente.
Yo no exagero, ni estoy emocionado por esta entrevista al sentirme responsable de responder sobre mis pareceres de mi imagen de Gomensoro, sí digo que en infinidad de oportunidades, cuando palpo carótidas, del subsector cervical, me viene su imagen, porque de él lo aprendí. Como también si interrogo al paciente con sus síntomas, en el simple giro de cabeza, o de cuello, su recuerdo tiene más significado, todavía hoy, cuando la medicina altamente tecnificada tiende a alejar al paciente del médico e incluso estimula esa distancia. Sería muy interesante hablar con Gomensoro, en estos momentos, y preguntarle qué opina acerca de que los médicos que están en menor contacto con los pacientes son los que están mejor remunerados, por ejemplo, aquel que está detrás de una mampara o utilizando un silencioso aparato, sin diálogo.
Yo de él aprendí básicamente eso: a dialogar con el paciente y examinarlo con el tacto, con el martillo reflejo y con el estetoscopio. De ahí lo de maestro, que se robustece hoy en día más que nunca. Con un ser humano como paciente, y no como alguna corriente trasnochada, que por ahí pretende cambiarle la denominación a cliente.
Estoy convencido de que Gomensoro se estremecería si escuchara esa intención que implica el concepto empresarial de la salud. Otro hecho que resalto de Gomensoro es la capacidad que tenía para estimular el estudio sobre un síntoma, un signo, una enfermedad, o un empleo clínico de un medicamento ya probado. Cuando a uno lo convocaba para una de estas indagaciones en el campo médico, era muy difícil decirle que no.
Primero, porque uno ya se había entusiasmado, y lo hacía no por la euforia, sino por una suerte de firmeza cargada de tranquilidad, de profundidad, que lo hacía ineludible, y se salía exaltado y eufórico.
En tercer término, otra capacidad innata de Gomensoro era convocar a la creación del grupo de trabajo. Yo participé en no menos de dos, uno vinculado fundamentalmente a epilepsias, y el otro más tangencialmente a las afecciones cerebrovasculares. Creo que en esta última disciplina neurológica, de las enfermedades cerebrovasculares, Gomensoro hizo aportes fundamentales.
Fue uno de los protagonistas de la creación y florecimiento de las mejores épocas del Instituto de Neurología, que en ese momento tenía como cabeza organizativa visible al profesor Arana, quien junto con Gomensoro, la doctora Bottinelli, los doctores Mendilaharsu y Sélika Acevedo, el doctor Defféminis y otros tantos, construyeron un momento de esplendor del Instituto, no sólo en el concierto médico uruguayo, sino a nivel latinoamericano. Instituto que fue sede de innumerables eventos internacionales.
Gomensoro fue uno de sus constructores.
Tierra
y libertad
Finalmente, otro punto que quería abordar es el de Gomensoro como compañero de lucha universitaria, mirando la sociedad uruguaya desde la Universidad.
En la Universidad yo me encuentro con él luchando juntos y confrontando. Luchando juntos por una Universidad autónoma, cuando todavía el espíritu de Córdoba tenía mucha fuerza.
Estábamos en pleno mayo del 68, y defendíamos el concepto de autonomía, de Universidad de cara al país, sin abrigar intereses mezquinos, empresariales o de pequeños grupos. No es una imagen idílica, sino real. Creíamos que tenía que ser así y luchábamos por ello.
No quiero decir que en esa lucha no hubiera discrepancias, que la hacían muy rica en aspectos referidos a su concepción global: filosóficos, ideológicos, organizativos. Pero a la hora de la defensa de la Universidad, de las libertades públicas, de nuclearse en torno a los rectores, en ese momento estábamos juntos.
Yo quería cerrar esta evocación diciendo que si pudiera fantasear, y traer hoy a Gomensoro a esta mesa de entrevista, tendríamos quizá puntos de vista distintos, pero confluyentes en la esencia, desde aquel mayo francés del 68 a este mayo indonesio, con la caída de ese fósil, caída signada por el pueblo en la calle. Y seguramente él me recomendaría y no sería indiferente a las películas de Ken Loach Tierra y libertad, Riff o La canción de Carmen.
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