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Historia que se repite

«Un tema de dignidad profesional»

Montevideo, 23 de junio de 1998

Sr. Dr. Horacio Pittamiglio
Comisión de Asuntos Sindicales
Sindicato Médico del Uruguay Presente

De mi mayor consideración:

Quien suscribe, el Dr. Daniel Ruben Palleiro Rivero, oriental, casado, de 34 años de edad, especialista en Reumatología, cédula de identidad Nº 1.770.148-9, socio del SMU Nº 9836, domiciliado en Arenal Grande 2623 apto. 203, teléfono 203.91.90, tiene el agrado, por la presente, y a sugerencia de la Dra. Abella, de poner en conocimiento de Ud. y a la Comisión que Ud. preside de una conflictiva situación laboral.

En agosto de 1997 apareció en un diario un aviso solicitando especialistas para una clínica médica. La misma se llamaba MEDICO'S S.R.L. y estaba sita en la calle Av. Uruguay Nº 1615 entre Minas y Carlos Roxlo, en esta capital, con los teléfonos 401.95.97 y 401.83.45. El día 11 de agosto dejé mi currículum en ese lugar y se me contestó que «cualquier novedad, nos comunicaremos con Ud.».

El lunes 29 de diciembre, cuando hasta del nombre de la clínica me había olvidado, recibí en horas del mediodía una llamada telefónica de la Dra. Ruth Martínez (quien llamó en nombre de MEDICO'S S.R.L.) para ofrecerme trabajo no como especialista, sino para guardias de 24 horas como médico general para los días viernes o sábados, concertando una entrevista para la tarde de aquel día. A las 17 horas tuve esa entrevista con la Dra. Martínez (especialista en Geriatría, que en la clínica hacía la guardia de los lunes y cuyo teléfono particular era 309.63.49), quien me explicó el funcionamiento de la clínica, su propósito de ser una asistencia primaria de la salud y las características de un servicio «todavía nuevo, pero en franca expansión». Me explicó que se pagaban $ 25 la hora, en forma diferida a dos meses, o sea enero en marzo, febrero en abril y así sucesivamente. No hubo acuerdo, pues en las horas transcurridas entre la llamada y la entrevista se habían tomado las guardias de los viernes y a mí las de los sábados no me interesaban, por lo que no las tomé y me retiré de la clínica dando por entendido que ese sería el final de la historia.

El lunes 5 de enero de 1998, sin embargo, recibí otro llamado telefónico de MEDICO'S S.R.L., este de parte de una administrativa que se identificó como «Laura», para ofrecerme las guardias de los viernes -que habían quedado vacantes otra vez-, a lo que respondí afirmativamente, por lo que comencé a trabajar en esta clínica el viernes 9 de enero, desde las 8 horas en un régimen que en principio creí que iba a ser de 24 horas: en los hechos nunca fue así porque quien se me presentó ese día como dueño de la clínica (pienso que no era el único de los socios responsables, pero sí con el único que traté) y director técnico de la misma. El Dr. Ángel Blufstein, vivía con su hijo en la misma casa donde funcionaba la clínica, lo que hacía innecesario que a la noche se quedaran dos médicos a trabajar, dado el escaso caudal de socios y las mínimas consultas.

El Dr. Blufstein es especialista en Urología y trabajaba por entonces en un servicio médico de la Costa de Oro llamado PREMED, los viernes estaba de guardia en el Centro de Salud de la Costa (MSP) hasta las 20 horas (lo que explica porqué mi guardia finalizaba a las 21 o 22 horas, cuando él regresaba de allí) y en MEDICO'S S.R.L. tenía la guardia de los días jueves.

Ese viernes 9 de enero fue la excepción y me quedé hasta las 24 horas, atendiendo un caso de difícil resolución, pero en los sucesivos viernes la guardia cesaba al llegar el Dr. Blufstein, vale decir a las 21 o 22 horas. En ese régimen trabajé todos los viernes ulteriores hasta el día 6 de marzo. A pedido del Dr. Blufstein, también comencé a ir los martes, desde el día 20 de enero, de 13 a 20 horas, aproximadamente: los dos primeros martes, reemplazaba al Dr. Charlie Ávila, a quien luego nunca más volví a ver. El horario de los martes lo cumplí con la excepción del 24 de febrero (semana de Carnaval) hasta el día 3 de marzo.

La clínica funcionaba en una casa antigua, con numerosas habitaciones destinadas a distintos fines: dos consultorios de Medicina General, uno de Pediatría, uno para Odontología, uno donde funcionaba la Farmacia y una habitación amplia, separada por un mueble, donde hacia la calle tenía su despecho el Dr. Blufstein y hacia al otro lado funcionaba la parte de Administración. Tenían no más de 250 socios que pagaban distinto tipo de cuota según los tipos diferentes de cobertura, había un plantel de especialistas de los cuales sólo coincidía -a veces- en mis guardias con las Dras. Élida Lagrotta (Pediatría) e Irene Taub (Cardiología) -a los especialistas se les pagaba el mismo día de su consulta-, cada paciente tenía una historia clínica identificada por su número de cédula, había personal de enfermería (yo conocí a quienes creo eran las únicas dos enfermeras) y se trabajaba con un grupo de promotores que se encargaba de las tareas administrativas. En MEDICO'S S.R.L., salvo algún esporádico encuentro con la Dra. Martínez, un contacto único, casual, con el Dr. Ruben González -quien hacía la guardia de los miércoles-, los dos únicos martes que vi al Dr. Ávila y la coincidencia con los especialistas aludidos, sólo me veía con el Dr. Blufstein.

Los médicos generales anotábamos nuestra concurrencia en un cuaderno en el que figuraba la fecha y nuestras horas de llegada y salida, lo que supuestamente servía para calcular el número de horas trabajadas: fue así que totalicé 156 horas, por las que aún se me adeudan $ 3.900.

En los dos meses en que trabajé, la sensación de que la clínica se mantenía sobre cimientos endebles era permanente y avizoraba el final que tuvo: muchas veces, las «horas vacantes» (a veces turnos enteros, siempre nocturnos) eran cubiertas por personas no médicas, sea enfermeras, administrativas, y a veces por colaboración de la Sra. Azucena Zoppi (quien me fue presentada como hermana del Dr. Blufstein) y quien, presumo, era una de las socias dueñas de la clínica. Facturas impagas de ANTEL, un reclamo por un cheque sin fondo hecho por un Laboratorio (atendido por mi una mañana en que se funcionó sin administrativos: estábamos el albañil y yo), la incertidumbre permanente sobre el pago propio y a otros colegas, sobre el destino de una clínica con tan escaso número de socios y de consultas: en mis horas de trabajo no alcancé a tener veinte consultas. Ante este panorama sombrío, el Dr. Blufstein siempre se mostraba seguro, esperanzado en un futuro que permitiera estabilizar la clínica en 1998 y fuera un trabajo seguro desde 1999.

Sin embargo, el proceso de desaparición se aceleró desde mediados de febrero, cuando según palabras del Dr. Blufstein, los promotores «lo estafaron», pues habrían cedido el caudal de socios a otras entidades médicas, lo que dejaba nulo el padrón social de MEDICO'S S.R.L., por lo que el Dr. Blufstein dijo haber tenido que telefonear uno a uno de los socios para recuperarlos, lo que dijo no haber podido realizar en gran escala. A eso se sumó que -por esas épocas- se terminó el convenio que la clínica tenía con la empresa de ambulancias SIT, lo que motivó que a mi, por ejemplo, se me dijera, el día 17 de febrero, con la mayor soltura: «dígale a los que llamen que no hay ambulancias y que se arreglen por sus medios», lo que obviamente rechacé de plano. En los dos días de marzo en que trabajé, la clínica funcionó sin teléfono, puesto que si se discaban sus número la información que se obtenía era que el número aludido no existía.

A todo esto, el Dr. Blufstein seguía mostrándose esperanzado en encontrar una solución y refirió estar en tratativas incluso con colegas con solvencia para «reflotar» la clínica.

A las 18 horas y 55 minutos del viernes 6 de marzo (es decir cinco minutos antes de terminar la que sería mi última guardia), el Dr. Blufstein me comunicó que «el trabajo no va más», que MEDICO'S S.R.L. expiraba, que a partir del sábado 7 los socios pasarían a atenderse en otro servicio médico -cuyo nombre no recuerdo- ubicado en la calla Ana Monterroso de Lavalleja 2013, esquina Pablo de María, y que una de sus preocupaciones pasaba a ser «tratar de negociar equipamientos de su propiedad existentes en la clínica para pagarle a los médicos».

Con la promesa de comunicarse a la brevedad conmigo, se quedó con los números de teléfono de mi domicilio, del de mis padres y de mi teléfono celular, y lo vi por última vez aquel 6 de marzo a las 19 horas.

El Dr. Blufstein jamás se comunicó conmigo: fui yo quien debió llamarlo en numerosas oportunidades a los únicos teléfonos de que dispongo para hacerlo, que son los de PREMED (682.1050 y 682.7232) y del Centro de Salud de la Costa (696.3040 y 696.3041), es decir, de sus lugares de trabajo. Fueron numerosas sí las llamadas para localizarlo mas lo pude hacer efectivamente sólo en tres oportunidades: o no se encontraba en PREMED (donde trabajaba martes y sábados) o había cambiado el día de guardia, o no estaba en el Centro de la Costa (como último dato supe que trabajaba allí no ya los viernes sino los miércoles de 20 a 8 horas). También me comuniqué con la Sra. Zoppi y traté de hacerlo con la Dra. Martínez, pero cuando la llamé -el día 1º de abril- su teléfono también aparecía como «inexistente».

Con el Dr. Blufstein logré hablar telefónicamente los días 17 de marzo, 4 y 29 de abril: su respuesta, siempre la misma «que lo estafaron», «que le dé 10 días», «que no tiene solvencia y debe vender algunas cosas», «que tiene mis teléfonos» (que el día 4 de abril debí dárselos otra vez pues los «había perdido»), pero en los hechos jamás llamó (y creo que no llamará) ni siquiera para, al menos, asumir su deuda y su responsabilidad de saldarla. El día 3 de junio, cuando llamé al Centro de la Costa por última vez, no se encontraba. El lunes 15 de junio consulté a la Dra. Abella, quien me sugirió redactar este memorándum dirigido a vuestra Comisión.

Harto de llamar al Dr. Blufstein, de esperar sus llamadas y fundamentalmente de sentirme como un mendigo detrás de él reclamando lo que es mío, es que hago esta denuncia apelando a la misma como otro recurso que el de llamar y esperar, con la convicción de que no voy a cobrar jamás lo que se me adeuda (porque no sólo no tengo forma de demostrar lo que digo -sólo está mi palabra y nada más- sino que el «cuaderno de las horas» dudo que aún exista), pero con la certeza de que trato de defender no una mera cuestión de dinero, sino -por sobre todo- un tema de dignidad profesional.

Sé que es difícil confirmar lo que he expuesto, además de no haber nada firmado, no hubo contrato ni hay papeles que den fe de mi pasaje por la clínica, pero, si de algo sirve, tengo el nombre y apellido de los pacientes que atendí, en algunos casos sus direcciones y teléfonos, el teléfono y la dirección de los médicos generales y especialistas aludidos, de las enfermeras, de la Sra. Zoppi y de los responsables de los promotores.

Mi única pretensión es la de sentirme respaldado por el Sindicato Médico del Uruguay.

Quedo a sus órdenes para cualquier consulta o aclaración y, sin otro particular, aprovecho esta ocasión para saludarlos atentamente.

Dr. Daniel Palleiro Rivero

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