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El cable ese microbio fatal

Yo se lo había advertido a mi mujer a principios del año pasado. -Ya bastante tarados están los nenes con la tele, como para que hora les metas el cable. -Viejo, todos sus amigos tienen cable. Además a vos te gusta ver esas viejas películas de tus matinés. En el cable te las pasan todas. -Sí. Pero te las pasan a las tres de la mañana. Tenés que poner el despertador. -Y... bueno. En esta vida siempre tenés que hacer algún sacrificio. Pensá en que no tenés que aguantar las tandas comerciales. -Sí. Pero tenés que aguantar las del propio canal y comerte todos los bodrios que van a pasar. -Además te dan estrenos. -Sí. Martínez ya vio veinte veces La mano que mece la cuna. Como él dice: si la dan tantas veces es porque le deben haber cambiado algo. A lo mejor, esta vuelta Rebecca De Mornay es inocente. -¿Y... papá? ¿Ya decidieron sobre el cable?, dice el Asqueroso Mayor haciendo su entrada triunfal, detrás suyo viene mi Princesita, quien sentándose en mi falda me acaricia la mejilla y dice: -Titen te hay un tanal todo te dibujitos, papito! Cuando lograron limpiarle toda mi baba al formulario, firmé nuestro ingreso a Celda Visión o Cable Prisión, como gusten llamarle. Contrariamente a las leyes de la economía, este ingreso no generó ningún egreso. Sobre todo para mi hijo que perdió ese año lectivo. Nuestra última entrevista con su maestra ¡fue patética! -Discúlpenme, pero es una responsabilidad muy grande. Este muchacho no está preparado para el 2º Ciclo. -Y si le ponemos un profesor particular -insinué con mi mejor tono de sobornar Inspectores de Tránsito. -No. Quiero que juzguen por ustedes mismos. Fue allí que nos entregó ese tétrico documento titulado Los microbios redacción autentificada por la firma del Asqueroso Mayor con fecha 8 de noviembre de 1997. Decía allí, el hijo de mi esposa: «Siempre hubo microbios. Lo que pasa es que en la antigüedad los cazaban con métodos muy crueles, no era como ahora que los tratan con delicadeza. Un suponer antes, un Senador Romano (porque antes había una sola Cámara así les salía más barato a los romanos que eran brutos amarretes y que así se hicieron ricos y edificaron un imperio como el de Pintos Risso) encontraba al hijo jugando con una lata podrida iba y le decía: -Deje eso Cayo Graco que debe estar lleno de microbios. Y ¡no haga ruido que estoy escuchando al Mago! El hombre primitivo ya conocía los microbios. Al principio no sabía cómo encontrarlos. Pero al final se dio cuenta que andaban por todos lados, pero sobre todo arriba de los muebles o los compacts y hasta abajo de la cama entre la pelusa y lugares que ni Ud. se imagina. Pero el hombre, que sería primitivo y todo pero no era un gil, empezó a perseguir al microbio «por los lugares habituales que el microbio frecuentaba» como dicen las crónicas policiales. De ese modo empezó a cazarlos mucho más fácil y no tenía que esperar hasta Semana de Turismo para agarrarlos. Enseguida se dio cuenta de que donde podía encontrarlos más fácil era en los hospitales, porque los enfermos siempre dejaban olvidado alguno por ahí. O si no el hombre se iba a los laboratorios y revisaba adentro de los tubos de ensayo. Lo difícil era sacar al microbio del tubo porque es un bicho muy ladino y se aprovecha de lo chiquito que es y lo mira a uno como diciendo: «Si me tocás llamo a la Comisaría del Menor y marchás para adentro». En la antigüedad, el hombre se ponía lentes para cazarlos y, armado de una pinza de cejas, arremetía contra el microbio, como quien arremete contra los pelos de la nariz. Y se le escapaban muchos, también. Pero con la pinza era peligroso. Porque muchas veces los lesionaba a los bichitos. Si no tenía buena vista, capaz que le rompía una patita o una alita al infeliz. Hasta que por suerte vino el Dr. Koch que era un hombre bondadoso y con un microscopio (que él inventó para verlos más de cerca) cuando los tenía al lado, como quien dice, les decía: -Venga mijito, ¡que aquí no pasa nada! Y entonces el microbio, sin violencia, se subía él solito a la placa. ¡Loco de la vida, probre animalito! Los microbios se reproducen. Todo depende de si Ud. los quiere para reproducción o para comer. Porque, como las vacas, los microbios son de doble propósito. Si los quiere para comer no los alimente con cualquier porquería porque después no hay Dios que le saque la catinga que agarran. En cuyo caso Ud. les corta la cola y los limpia bien en el sentido del pelo. Nada de agua hirviendo porque capaz que lo mata al pobre animalito. Ahora bien: todo lo que tiene de tierno el microbio lo tiene de poco gustoso. Un poco como la ternera. Por eso hay gente que los acompaña con salsa o los mete derecho en la olla podrida. Como todo en la vida, es cuestión de gustos. El microbio es como el chancho. Le come cualquier porquería y es feliz. Pero Ud., hágame caso, déle una buena ración. Y si tiene fondo, eso sí, déjelos salir a retozar un rato. Ellos necesitan andar por ahí sin hacer nada, como cualquier ser humano. Si Ud. los cría así, va a ver cómo sus microbios vienen gorditos y sanitos. En cuanto al comportamiento sexual, el microbio es chapado a la antigua: Microbio con Microbia y todos los días. Eso sí, es muy picaflor. Por eso mismo hay que vigilarlo siempre con el microscopio: por el SIDA. ¿Me entiende, maestra?». Cuando llegué a casa el Asqueroso Mayor estaba mirando el beisbol por el cable. Medité un momento sobre dónde meterle la redacción aquella. Después, cuando él me empezó a enseñar los reglamentos del beisbol me olvidé y nos enchufamos los dos en el cable.

Por Jorge (Cuque) Sclavo

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