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por Jorge (Cuque) Sclavo

Ubicación del Inconsciente

Hoy el Inconsciente es cosa de todos los días y generalmente se lo asocia con las profundidades de la mente humana. Pero no siempre ha ocurrido así. Lo primero que hizo el Hombre, luego de aparecer sobre la faz de la Tierra, no fue precisamente ponerse a buscar el Inconsciente, sino otra cantidad de cosas tales como: la rueda, el fuego, la ley de gravedad, el orégano (que siempre lo ponen en cualquier frasco menos donde debe estar) etc.

En fin, digamos que el Inconsciente fue una cosa que el Hombre tardó en encontrar o por lo menos en hacer conciencia (y si no tenía conciencia ¿cómo iba a tener Inconsciente? me dirá Ud.). Aún no se sabe bien quién fue el primero que pensó sobre si existía un Inconsciente, en qué consistía éste y, mucho menos, dónde se encontraba. Hasta que un teórico un día se preguntó: «Capaz que hasta existe un Inconsciente».

Como debió ser un individuo serio, en fija que alemán, revisó toda la bibliografía existente que era inexistente y finalmente llegó a la conclusión de que muy poco o nada era lo que se sabía sobre el Inconsciente. Fue allí que llegó a una primera conclusión: por ahora el único Inconsciente es el mío. Pero de qué carajo me sirve descubrir el Inconsciente, enunciar su existencia, en el mundo entero, ni siquiera la comunidad científica intuye, por lo menos, ¿qué es el Inconsciente? Lo primero que debo hacer es describir el Inconsciente. Pero ¿cómo describir algo que nadie conoce?

Pasteur o Koch fueron más afortunados. Tenían pruebas más tangibles, por menos confiables que fuesen sus microscopios. Pitágoras y sus alumnos gozaban de total impunidad manejándose con sus criptogramas algebraicos o con las figuras geométricas que eran dibujitos que llenaban el ojo, fáciles de ver y trazar. Lo más parecido a lo mío es la aventura de Colón y los vikingos. Viajando hacia el Este y siempre que el mundo fuese redondo, tanto el uno como los otros llegarían un día a las Indias. De no suceder así, no llegarían, las cosas quedarían como hasta entonces y todo no pasaría de ser un fracaso como cualquier otro. Pero ¿qué sucedería con el Inconsciente una vez enunciado? Todo el mundo se preguntaría: Muy bien eso del Inconsciente, pero ¿dónde está? ¿cuáles son sus leyes? ¿qué forma tiene? ¿Todos los Inconscientes serán iguales? ¿De pronto, ocurre como con las huellas dactilares? En todo caso, se debería partir de una descripción seria del Inconsciente. O de por lo menos, el del descubridor. Porque de repente el único Inconsciente existente es el mío. Pero yo me digo: aunque el único Inconsciente fue el mío, ¿no tiene interés científico este fenómeno? ¿No valdría la pena dar cuenta de él? Ahora estoy aquí en este punto yo solo y mi Inconsciente que forma tanto parte de mí como mi hígado o mi estómago o mi colesterol. Pero lo que sucede, y allí estriba la dificultad, es que, por lo menos ahora, mi Inconsciente es único. Se puede comparar dos palillos de colgar la ropa, dos huevos, o dos quilos de pescado, pero no se puede cotejar mi solo Inconsciente frente a la Nada. Además, la Nada de los otros puede no ser la Nada mía.

Para un Hombre la Nada puede ser la ausencia de su casa, su familia o su trabajo y para mí puede ser muy diferente. La Nada mía es la ausencia total de la Nada suya. Por eso me pareció atinado partir de la Nada para demostrar que nuestras Nadas son conceptos diferentes. Para ello, por un momento ¡comparemos nuestras Nadas! Para lo cual tomaremos Ud. y yo sendas hojas en blanco, donde anotaremos la NADA-SUYA y la NADA-MÍA... Pausa. ¿Qué anotó Ud. en su Nada? ¿Nada? Yo tampoco. Además me he dado cuenta que he perdido el Inconsciente aquel del título. Reviso por todas parte y Nada ¿Dónde estará el Inconsciente? Seguramente mamándose en el boliche con otro par de Inconscientes -dice Ud. y agrega- para no sentirse tan solo. Si quiere lo ayudo a buscarlo.

-Muchas gracias.

-De nada. Yo también tengo varios Inconscientes.

-¿Varios?, digo yo asombrado.

-Tres, aunque uno de ellos trabaja y estudia.

-Y yo que creí que el mío era el único... Le respondo confundido.

-No, en este país hay como tres millones de Inconscientes, sin contar diputados y senadores.

-Mire de las cosas que uno se viene a enterar. ¿Sabe lo que pasa? Es que yo siempre vivo metido en mis libros.

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