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Ernesto Lubin,
Profesor ad honorem
El hospital universitario
es insustituible
por Armando Olveira
El Profesor Ernesto Lubin, de 65 años, fue enfático al señalar que «no existe en el mundo una enseñanza como la que imparte el Hospital de Clínicas» y aseguró («no sin orgullo») que el Centro de Medicina Nuclear uruguayo «está a la altura de los principales en la materia».
Lubin, un experto en medicina nuclear de fama mundial, recibió el título de Profesor ad honorem de la Facultad de Medicina en diciembre del año pasado, tras colaborar directamente con el Proyecto Centro Médico de reconversión del Clínicas y en importantes planes de desarrollo e investigación de su especialidad.
Afirmó que «el hospital universitario es insustituible para la formación de un médico. Hay muchas cosas que se pueden aprender en otros centros, pero la esencia de la medicina es la clínica. Por eso mi compromiso de honor en defensa de la facultad y del hospital. No existe universidad respetable en el mundo que no cuente con un centro de este tipo. No asistirlo sería un verdadero atentado contra la salud del país».
Respecto del nombramiento de Profesor ad honorem reconoció que «ni siquiera sabía de la existencia de tal distinción». Puedo decir que recién el último día de abril del año pasado el decano Touya me entregó una carta por la cual me comunicaba que se iba a presentar ante el Consejo de Facultad una propuesta de nombramiento de Profesor ad honorem. Poco después me pidieron un currículo completo y cuando en octubre me informaron que el título fue decidido por unanimidad me sentí absolutamente honrado».
La colaboración de Lubin con el proyecto de reconversión del Clínicas fue consecuencia directa de una visita de principios del año pasado, pero (como él mismo aclara) no fue el motivo que lo trajo al país. «Es cierto que vine a colaborar con mi país y con mi querida Facultad de Medicina, porque si bien las distancias son muy grandes, los vínculos personales, institucionales y profesionales son muy fuertes».
«Vine a trabajar y colaborar con planes de desarrollo e investigación en el Centro de Medicina Nuclear. Durante mi estadía me interesé por la situación del Clínicas, dado que me preocupa la administración de la salud pública y en especial el mejoramiento del hospital universitario.
Evidentemente, nuestro viejo y querido hospital exige soluciones de fondo.
El proyecto Centro Médico es una gran solución porque lo primero que se debe atender es la necesidad de seguir produciendo médicos de buen nivel».
Para Lubin no fue una total sorpresa la difícil situación de la casa de estudios. «Había estado dos o tres veces, en visitas muy cortas, pero nunca como en abril (del año pasado) cuando estuve tres semanas dedicado exclusivamente al trabajo y reconocimiento de lo que ocurría en el interior del hospital(...). Este reencuentro me permitió recordar hermosas épocas de estudiante, cuando fui un interno más, que pasó un año y medio trabajando y viviendo dentro de tan querido edificio».
Afirmó que «la actual es una etapa de intensos recuerdos. Mi juventud, aquella gente fantástica y los grandes maestros de la Medicina que esta maravillosa facultad me permitió conocer. Debo reconocer, y creo que no es un acto de soberbia desmedida, que los colegas de mi generación hemos vivido una época excepcional de la profesión».
Respecto de su llegada al país desde Alemania en 1933 y sus casi treinta años de estadía en Montevideo, dijo que se siente «un uruguayo más, con todas las virtudes y defectos de la gente de esta parte del mundo. A Uruguay le debo todo, mi formación personal, cultural, espiritual y profesional. Aun hoy, a más de treinta y cinco años de mi partida, me sigo sintiendo un médico uruguayo, como todos los que hemos egresado de facultad. Siempre digo que si bien fui a Israel, nunca me fui del Uruguay. La siento como mi verdadera patria, esa que se lleva en el corazón».
Reflexionó sobre su etapa juvenil en Montevideo: «Aquí aprendí el valor de las ideas, que luego se trasformaron en ideología y, finalmente, en actitudes. Gracias a mi formación uruguaya es que puedo reconocerme como un hombre tolerante frente a quienes piensan distinto».
También recordó sus años de universitario, al definirlos como «sostén de un concepto de salud que se valora en todo el mundo».
Lubin hizo una especial referencia al profesor Julio César García Otero que decía que «la mejor manera de hacer un diagnóstico de calidad es suponer que hemos perdido los papeles (hoy serían archivos informáticos).
Cuando uno está solo frente a un paciente es inútil tratarlo como si su caso fuera igual a otro».
Desde su punto de vista «el gran problema de la medicina moderna es la masificación de los servicios. No podemos negar que todos los avances tecnológicos nos han favorecido. No voy a ser yo, justamente, un hombre que ha hecho su carrera en base a tecnología, quien niegue las virtudes del modernismo(...) pero en ningún momento la información tecnificada puede sustituir a lo más importante que tiene el acto médico: el diagnóstico clínico. La tecnología es un buen complemento, pero solamente eso, una buena ayuda para prevenir, diagnosticar y curar enfermedades».
La llegada a Israel
Luego de recibirse en nuestro país en 1959, Lubin viajó a Israel a principios de los 60 «en busca de una oportunidad científica». No todas fueron rosas cuando llegué a Jerusalem, porque en verdad no tenían mucho para ofrecerme en lo material. Aunque era un país grande, potencialmente rico, de futuro, también se vivían grandes problemas derivados de la guerra. Quería hacer Medicina Académica y por ello fui al olimpo de la época, la Universidad Hebrea de Jerusalem. Tres minutos después de hablar con el García Otero de allá vino la primera desilusión. Fue muy duro, cuando me dijo: mire, está perdiendo su tiempo, todos los residentes de este instituto son mis alumnos preferidos, y no acepto a quien no lo sea.
Una posición que hoy acepto y hasta veo respetable, pero que en su momento me desilusionó».
Lubin no abandonó su objetivo académico. Por ello se presentó en un pequeño hospital, en aquel momento menos prestigioso que el universitario, pero que hoy es el más grande del país. «Allí encontré a otro García Otero, más generoso que el anterior, que era jefe del Servicio Externo y de algunas Clínicas. Ese hombre me dio una oportunidad. Me citó al otro día a las siete de la mañana para recorrer camas y ver el nivel clínico que traía este insistente sudamericano. Hicimos el recorrido los dos solos, analizamos casos que parecían puestos a propósito por su dificultad y, finalmente, la respuesta fue: tenés un lugar asegurado».
Tiempo después, ese profesor le explicaría al joven Lubin que el gran argumento en favor de su permanencia fue su origen uruguayo. «Nuestro país tiene cierta fama en todo el mundo por haber desarrollado interesantes investigaciones sobre el quiste hidático. Ese docente se imaginó que yo podría saber sobre el tema. Y algo sabía, no más que mis colegas, pero seguramente más que ellos, ya que en Israel era una enfermedad extraña.
Aparentemente, se aprontaban a recibir migraciones de Marruecos y América del Sur y querían conocer todos los problemas que ocasiona el mal. Así empezó mi vida profesional en Israel».
Entre 1960 y 1964 trabajó en diagnósticos sobre radioactividad y hasta 1965 se dedicó a tareas de laboratorio en conjunto con afamados físicos israelíes, expertos en energía nuclear. «Lo nuestro siempre fue el uso pacífico del átomo, por aquello de que, como todo en la vida, lo beneficioso no es el instrumento en sí, sino cómo se utiliza».
De esa experiencia le quedó, además de su principal especialidad médica, «el haber conocido a un hombre que fundó una industria que hoy es una de las mayores del mundo en su rubro. Este amigo siempre me decía que podía competir con las principales multinacionales del mundo porque poseía lo principal: cuatro o cinco cerebros que aportaban ideas revolucionarias.
De esta forma aprendí cuál es la base del crecimiento para cualquier iniciativa: espíritu e inteligencia. Actualmente, la industria israelí en medicina nuclear está a la cabeza del mundo, tanto en cuanto a sustancias radioactivas como en aparataje. El 95% de los equipos y sustancias que se utilizan en el país y muy buena parte de los preferidos en los principales centros médicos del mundo tienen origen israelí. Ese es nuestro orgullo».
No obstante recordó que «algunas ideas brillantes quedaron en el tintero. Aquel inolvidable maestro que fue el Dr. Juan José Touya, padre de mi amigo Eduardo, el decano, fue pionero en el desarrollo de la tomografía computada, tan utilizada hoy en cardiología. Este tema, quizá, deba ponerlo en el debe de mi actividad profesional porque obtuve la información de primera mano cuando nadie la manejaba».
El Clínicas es insustituible
Fue emblemático en su defensa de la histórica calidad del Clínicas: «No conozco en todo el mundo una enseñanza como la recibida allí. Hoy podría decir que hubiera preferido una formación distinta, de otro lugar más promocionado o sofisticado(...) pero recuerdo que este hospital escuela reunía a los más grandes maestros de la medicina, no solamente nacional, sino también internacional. Nunca he visto mejores». No obstante aclaró que «un centro de este tipo precisa también de recursos materiales, más allá de la alta capacitación de sus docentes e investigadores».
Sostuvo que «por delicadeza» y por tratarse de alguien que viene del extranjero, ha preferido «no ser demasiado crítico con el tratamiento oficial que se le viene dando al tema. No me compete decir qué es lo que está bien y mal porque para eso hay un grupo de muy buenos profesionales estudiando la reconversión del hospital». No obstante señaló «la preocupación que inspira la falta de medios, ya que no se habla solamente de asistencia a la población sino, principalmente, de la formación de médicos uruguayos».
Centro de Medicina Nuclear es de vanguardia en el mundo
Lubin elogió el desarrollo del Centro Nacional de Medicina Nuclear y destacó «el gran trabajo y alto grado de conocimiento de sus especialistas». «Posee un excelente grupo de tareas que está perfectamente al día con lo que ocurre en cotizadas instituciones de todo el mundo. Esta indudable jerarquía se explica en la permanente capacitación que se realiza en el extranjero. El Centro tiene un personal que conoce muy bien su trabajo y en cuanto al instrumental que posee no está del todo mal aunque debiera mejorar».
Dentro de esta especialidad existe una rama conocida como medicina de radiación que incluye a médicos y físicos que estudian las consecuencias de la exposición a dosis que pueden ser altas o bajas. Es necesario diferenciar muy bien a la Medicina Nuclear que apunta a la investigación y diagnóstico de enfermedades de la medicina de la radiación, porque los profesionales que trabajan en ambas disciplinas se preparan en forma muy diferente».
Subrayó «los interesantes avances conseguidos por grupos de investigadores uruguayos. Hay equipos trabajando en el diagnóstico de los melanomas, una de las formas por las que surge el cáncer de piel. Por ello no me canso de repetir que los trabajos de investigación clínica que se realizan en Uruguay son sumamente prometedores».
Perdimos calidad
«Mi mayor objetivo en tal sentido es
servirle a mi facultad para que sus alumnos reciban, por
lo menos, la misma maravillosa formación que yo tuve en
la década del 50. Lamentablemente, debo reconocer, y lo
hago con objetividad, que se ha ido perdiendo calidad,
muy lentamente».
El académico planteó un parámetro al que adjudicó
valor 100 para la formación recibida por los médicos
uruguayos de su generación. «Sinceramente, discúlpenme
si soy muy duro, pero el nivel actual no supera un
puntaje de 60 ó 70 sobre ese total. Y eso nos
compromete, para volver a esa antigua ecuación que
permitía el egreso de médicos que eran orgullo de la
profesión y del país».
Alemán de nacimiento, uruguayo por adopción
El Dr. Ernesto Lubin nació en Alemania en 1931, en el seno de una familia judía que comenzaba a sufrir las presiones del nazismo. Muy poco después de cumplir un año fue traído a Montevideo, donde vivió hasta recibir su título de la Facultad de Medicina. En 1959 viajó a Israel para especializarse en una disciplina por entonces incipiente: Medicina Nuclear. Fue director del Hospital Rabin (llamado así en honor del exprimer ministro asesinado en noviembre de 1995) y varias veces titular de la cátedra de su especialidad en ese centro universitario reconocido a nivel mundial.
Lubin tuvo una destacada actuación como consultor de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) en Costa Rica y Colombia. El experto se radicó tres meses en Montevideo, en abril del año pasado, para colaborar con el Centro de Medicina Nuclear del Hospital de Clínicas del Uruguay y el Proyecto Centro Médico para la reconversión de la institución universitaria. Reside actualmente en Tel Aviv, donde se desempeña como profesor de Medicina Nuclear en la principal universidad de esa capital.
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