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AEM: 80 años de lucha

"El impulso de estos jóvenes le deparó a nuestra sociedad el Sindicato Médico"

El 28 de diciembre del año pasado la Asociación de Estudiantes de Medicina enarboló su clásica bandera negra con la calavera y las dos tibias cruzadas en el Salón de Actos de la Facultad de Medicina, donde más de doscientas personas se congregaron para conmemorar los 80 años de la primera agremiación estudiantil uruguaya. El acto alcanzó su punto más alto de emotividad cuando la muchachada militante del siglo XXI aplaudió de pie y por espacio de varios minutos la presencia de dos míticos luchadores de toda la vida: José Pedro Cardoso y Juan José Crottoggini.
por Edward Stanley

No es fácil redactar un informe sobre un acto de este tipo, porque la mera información de lo acontecido puede pasar por alto lo más importante: el clima emotivo. Al caer la tarde el calor era imponente; el salón relucía y estaba plenamente iluminado, y los cumpleañeros no hacían sino ir y venir, nerviosos y atentos a los mínimos detalles "para que todo salga diez puntos". En las butacas los estudiantes -entre radiantes y reverentes- se mezclaban con varias generaciones de profes y con militantes estudiantiles de la guardia vieja. En el escenario el maestro de ceremonias leía los telegramas de salutación -entre los que destacó el del vicepresidente de la República, Dr. Hugo Batalla, y el del rector de la Universidad, Ing. Quím. Jorge Brovetto-, y presentaba a los distintos oradores.

Poner la Universidad al servicio del pueblo

Los carteles que atravesaban el salón de un lado a otro reivindicaban: "Poner la Universidad al servicio del pueblo", y proclamaban orgullosamente: "AEM: 80 años de lucha".
El primero en dirigirse a los presentes fue el decano de la Facultad de Medicina, Dr. Eduardo Touyá, quien reiteró la importancia de los jóvenes en la vida de toda sociedad, a la vez que evocó con afecto a los pioneros que gestaron El Estudiante Libre, aquel órgano de prensa forjado con la pluma contestataria de jóvenes estudiantes que andando el tiempo se transformarían en pilares de la sociedad uruguaya.
Su antecesor en el decanato, el Dr. Pablo Carlevaro, habló a continuación y comenzó su intervención recordando a los viejos militantes. Al mencionar al Dr. Cardoso, que se encontraba presente en la sala, la audiencia se puso de pie y ovacionó largamente al viejo gladiador.
Carlevaro afirmó luego que la AEM, en su calidad de pionera, había establecido las bases de la "definición ideológica de la universidad latinoamericana". Distinguió a la agremiación estudiantil como "la madre de nuestra sensibilidad social, de nuestros principios intransigentes". Y agregó: "Fue el impulso de estos jóvenes el que le deparó a nuestra sociedad el Sindicato Médico del Uruguay. Casi nada les debemos".

De poetas y de locos todos tenemos un poco

Luego de la pausa a la que se vio obligado ante los entusiastas aplausos, el exdecano apuntó reflexivamente que "no todos incorporaron bien esta lección". Carlevaro afirmó que para ser un militante gremial hay que poseer una sensibilidad especial y una generosidad emparentada con el desprendimiento. Luego transitó por caminos alegóricos para definir la disposición mental de quien brinda su esfuerzo en la militancia por los demás, recurriendo a los versos del poeta español León Felipe: "Señores no hay más locos, se murió aquel manchego, todo el mundo está cuerdo, insoportablemente cuerdo". La mención le dio pie para cerrar su discurso deseando fervientemente que "nunca lleguen los locos a desaparecer del todo". Mientras los aplausos brotaban entusiastas, un estudiante que recién llegaba era informado por un compañero de lo que estaba pasando: "Te perdiste al profe Carlevaro, loco, no sabés lo emocionante que estuvo".

Lo cortés no quita lo valiente

Nuestros mayores nos han contado que hubo una vez un país calificado como tacita del Plata donde la moneda era el peso oro, y los gobernantes lejos de acatar recetas foráneas de alto costo para los que menos tienen marcaban el camino en lo relativo a las leyes sociales. Era un país donde además las más enconadas rivalidades políticas se dirimían con bravía donosura. En el que alguien se comprometía con su vida a defender el derecho de sus adversarios a disentir con él.
Aquel vago perfume distinguido que impregnaba a nuestra sociedad hace décadas pareció invadir por un instante el Salón de Actos de la Facultad de Medicina, cuando se dirigió a los presentes el ministro de Salud Pública, Dr. Alfredo Solari. Abrió su discurso utilizando la palabra "compañeros", que durante años pareció exclusiva de ciertos sectores de nuestra sociedad: "Compañeros todos, aun en el disenso, en la tarea de la salud...", dijo el Ministro. En ese momento se percató de que por el otro extremo del estrado venía subiendo el intendente de Montevideo, Arq. Mariano Arana, y se dirigía presuroso en puntas de pie hacia la butaca que tenía reservada. Solari interrumpió su discurso para dar la bienvenida al gobernante municipal y pedir a la audiencia que lo recibiera con un aplauso.

La libertad es un elemento que hay que defender

El Ministro de Salud Pública se dirigió muy en particular a los estudiantes para decirles que "la libertad es nuevamente un elemento que hay que defender; ustedes que pueden sentir el disenso deben ejercitarlo y defender la pluralidad hoy más que nunca". A un tiempo, describió la medicina como una mezcla de arte, oficio y ciencia, postulando tres ideas básicas para la formación de los futuros médicos: excelencia, ética y tolerancia. Solari aseguró que teniendo presentes estos conceptos, "dentro de cien años nuestros descendientes podrán sentir el mismo orgullo que sentimos hoy de tener una AEM como la actual".
Tras las palabras del Ministro, se anunció que estaba presente el Dr. Juan José Crottoggini, quien había llegado a la Facultad instantes antes que el Intendente de Montevideo. Para dar una medida de la modestia de esta figura señera, les contamos que cuando Crottoggini llegó al Salón una estudiante le dio la bienvenida y lo invitó a pasar adelante donde había una butaca reservada para él. Este Profesor Honoris Causa de la Universidad de la República se excusó por no acceder a la invitación dado que "no había traído corbata". El hecho de que se ubicara en medio del salón no impidió que fuera identificado por el maestro de ceremonias, ni que fuera ovacionado por la audiencia, al igual que lo había sido el Dr. Cardoso.

Viva la AEM, primer gremio universitario!

Cerró la parte oratoria el estudiante Juan Manuel Jones. Jones evocó y saludó a todos los que pasaron por la AEM a lo largo de ocho décadas. Por otra parte, calificó a la Asociación como "uno de los pilares del movimiento estudiantil uruguayo, distintivo y revolucionario". El representante estudiantil recordó que la FEUU se fundó en la sede de la AEM recién en 1929. Efectuó también un repaso de las luchas por el Hospital de Clínicas y la Ley Orgánica, entre otros hitos, y renovó el compromiso presente y futuro de militancia a través de la inevitable y "siempre presente lucha presupuestal". Al tiempo que sus compañeros hacían vibrar el recinto con un rítmico batir de palmas, Jones cerró su discurso con una exclamación estentórea: "¡Viva la AEM!".

El piano de Becho

Aunque no está confirmado oficialmente por documentos e historiadores, los estudiantes de medicina sostienen que Gerardo Matos Rodríguez, Becho, tocó La cumparsita por primera vez en ese piano vertical que está allí a la derecha del salón. Por eso en la segunda parte del acto el tango inmortal fue interpretado por una estudiante, que lucía muy nerviosa. Mientras las notas sonaban, este cronista -quizás influenciado por Becho o por vaya uno a saber qué extrañas asociaciones mentales- recordó una noche de fines de 1988, cuando Alfredo Zitarrosa cantó en el teatro California de Santiago de Chile. Entre milonga y milonga Don Alfredo intercalaba algún chiste, con su estilo tan serio y tan parco. Contó el caso de un adusto y afamado profesor de violín a quien una señora le rogó que le diera clases a su hija adolescente. El profesor accedió a escuchar a la joven para determinar si tenía condiciones. El día señalado la chica se presentó acompañada de su madre ante el augusto profesor para rendir su prueba de admisión. Los nervios y la impericia traicionaron a la niña, que no acertó ni un tono. La pregunta de la madre no se hizo esperar:
-¿Qué le pareció, profesor... este, la ejecución?
-La ejecución me parece excesiva pena señora, yo le daría cadena perpetua nomás.

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