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Arte y medicina

El placer de crear

Ricardo Topolanski, ginecólogo, de 74 años, y Pablo Scasso, psiquiatra, de 45, tienen en común la medicina y la creatividad. El primero pinta cuadros impresionistas, escribió dos novelas y varios cuentos; el segundo escribe cuentos y poemas. Ambos le "roban tiempo" al ejercicio cotidiano de su profesión y rescatan, sobre todo, la satisfacción que surge del encuentro con uno mismo en el momento de la creación.

por Melisa Machado

Pablo Scasso acaba de ganar el segundo premio en la categoría "cuento breve" del concurso organizado por el Sindicato Médico del Uruguay, a fines de 1999. También ganó el segundo premio en la categoría "poesía", pero lo que más le interesa es la prosa. Para pulir su estilo concurre, periódicamente, al igual que Topolanski, a un taller literario.

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Premio Revista Noticias 1993. "Bodegón con botella", Dr. Ricardo Topolanski

"En 1981 empecé a escribir cosas que hoy me dan ganas de llorar por lo mal escritas que están", dice Scasso. "Era como una necesidad: era practicante y entre un paciente y otro escribía en los ómnibus o mientras tomaba café en un bar. Había días que me levantaba a las cuatro de la mañana a seguir con lo que había empezado durante el día. Para mí es algo generador de energía; es uno de esos raros momentos en los cuales me encuentro satisfecho conmigo mismo".

Una vez por semana, Scasso está de guardia en el Hospital Vilardebó y el cuarto médico se convierte, por unas horas, en el lugar más indicado para escribir. "Ahora, con el cierre del Musto, es un poco más difícil, pero de noche, cuando las cosas se apaciguan un poco o cuando me suple el otro médico, me creo mi propio ambiente con música instrumental. Me gusta muchísimo el jazz moderno y disfruto de un momento para mí".

La mirada de los otros

Paralelamente al desarrollo de su escritura surgió en Scasso "la necesidad permanente de que alguna vez alguien leyera mis cosas, además de mi esposa que siempre me ha apoyado mucho". Estuvo diez años pensando quién podía ser la persona adecuada para pedirle una opinión, hasta que finalmente decidió llevarle sus textos a una profesora de literatura, coordinadora del suplemento El País Cultural, quien le sugirió tres talleres literarios a los que podía asistir.

Pero no todo ha sido fácil en el camino del médico-escritor. Unos años antes le había mostrado sus cuentos a Jorge Albístur, otro conocido profesor de literatura, y éste le había dicho que sus textos "no eran precisamente el tipo de cuentos que llevaría a un balneario para leer en los días de lluvia". El comentario dejó a Scasso un poco confudido.Y como si esto fuera poco le recomendó a Dostoievski, autor que él ya conocía.

No obstante, el incipiente escritor retomó la lectura del autor de Crimen y castigo, agregando otros autores como James Joyce, Raymond Carver y Antonio Tabucchi, los cuales le enseñaron otro modo de hacer literatura.

Con forma de invitación

Escribir no es fácil y Scasso lo sabe. Por este motivo se critica a sí mismo y entiende que "por momentos soy un poco confuso. Algún día tendría que conseguir una fórmula de mayor facilidad para el lector. Creo que me falta cierta agilidad, el tema es ser más ágil sin perder contenido", aclara.

Pero lo que más rescata es la actividad artística como un modo de lograr que las personas se sientan más plenas y satisfechas. "Esta es una vieja idea mía que, al menos a mí, me está dando buenos resultados. Personalmente creo que muchos médicos tienen un interés paralelo a la medicina y que a veces no son conscientes de ello. En lugar de matarse haciendo 72 horas de guardia tal vez es mejor que hagan 48 y que el resto lo dediquen a algún aspecto creativo".

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Gran Premio SMU 1993. Tema: Indígenas americanos, "Escuela cerrada", Dr. Ricardo Topolanski

Como propuesta, Scasso invita a sus colegas y familiares a participar en la Comisión de Cultura del Sindicato. "Me gustaría que todos sepan que existe, que pueden concurrir cuando quieran y aportar ideas. Es una comisión donde se promueve el placer, la distensión, la camaradería y cuantos más seamos, es mejor. En agosto de este año, además, el Sindicato cumplirá 80 años y habrá mucho trabajo para compartir".

Entre la pintura y la literatura

A sus 74 años, Ricardo Topolanski trabaja como médico cuatro días a la semana, en su consultorio, durante tres horas por día. A diferencia de Scasso, se dedicó más a la pintura y a la literatura cuando su trabajo como médico comenzó a disminuir. A los 65 años, tuvo que dejar la docencia al alcanzar la edad establecida para el retiro. Lo mismo sucedió con su actividad en las mutualistas, la que sin embargo mantuvo durante cuatro años más. Actualmente, además del trabajo en su consultorio, dirige la Revista de Ginecología mientras reparte su tiempo entre caballetes, pomos de pintura y horas frente a la computadora.

Su última novela trata sobre Delmira Agustini y será editada en los próximos meses por el sello Melibea, dirigido por la librería Patio Biarritz. La escritura de este libro le llevó varios meses de investigación durante los que reunió todo lo escrito hasta esa fecha sobre la poetisa uruguaya. El mismo sello editó, en 1998, un volumen de cuentos suyos titulado Magia y Realidad. Sólo dos de esta antología que reúne 11 cuentos tratan temas relacionados con la medicina. Antes de que Agustini atrayera toda su atención, Topolanski intentó escribir, cuando era un muchacho, "una novela de cowboys que no sobrepasó la tercera página", según sus propias palabras.

Algo similar le ocurrió años más tarde cuando se sentó a escribir "una novela sobre el arroz" en homenaje a su padre, quien había sido un experto en riego y que introdujo en el país algunas variedades de la gramínea, como el "doble Carolina, una variedad de arroz largo". Entonces,Topolanski decidió aprender ciertas técnicas de narración con Rodolfo Fattorusso, un periodista que desde hace unos años se dedica a enseñar rudimentos de escritura y análisis literario.

"Para escribir esta novela investigué todo lo relativo a la producción del grano. Mientras tanto escribí también los cuentos que luego publicó Melibea. El propio Fattorusso se asombraba que pudiera hacer las dos cosas al mismo tiempo. En fin, son épocas; hay momentos en que estoy más tranquilo, en los que me dedico cosas ya escritas y hay momentos en que mi mujer tiembla porque me encierro a escribir en la computadora y puedo estar ahí horas".

En estos momentos se encuentra escribiendo un libro que reunirá diversas anécdotas de los últimos 50 años de la medicina. "Se trata de cosas que me han sucedido a mí y de otras que me narran mis colegas".

Leer en los ómnibus

Desde que era estudiante de medicina, Topolanski estuvo interesado por las artes plásticas y por la literatura. Fue muy amigo del artista plástico Guillermo Fernández y eso lo vinculó tempranamente con el Taller Torres. También fue amigo de Alceu Ribeiro y finalmente terminó estudiando dibujo y pintura con su sobrino Edgardo Ribeiro así como con Clever Lara.

Aunque la medicina le exigía un estudio constante, él se reservaba los minutos en que viajaba en ómnibus para leer narrativa. Fue así que leyó a Cervantes, a Balzac, a Proust, a Joyce así como a Agatha Christie, Thomas Mann, Aldous Huxley y Herman Hesse, entre otros.

Actualmente está convencido que escribir y pintar exigen una técnica que está más allá del talento. "Además de la fantasía y de la vida interior de cada uno, importan también las reglas de la gramática o cómo se deben tratar las sombras en un cuadro".

La creatividad de curar

Uno de los primeros temas sobre los que escribió fue lo que él llama "la cosificación del cuerpo: lo que nos sucede a los estudiantes de medicina desde el primer año cuando empezamos a estudiar anatomía y nos volvemos un tanto mecanicistas e intentamos resolver todo en función del cerebro y la bioquímica. Los médicos tenemos que entender que la medicina es algo más que curar enfermedades, estamos en contacto con el dolor y desarrollamos una sensibilidad que es quizás la que nos relaciona con la capacidad de apreciar el arte".

Crear es una actividad humana que suele identificarse con el hecho de estar vivos o con tener una actitud positiva ante los obstáculos cotidianos. Ante esto, Topolanski recuerda que su maestro Crottogini siempre decía que los ginecólogos "tenían suerte porque trataban con la venida de la vida y no con la muerte".

Ya sea que el médico trabaje en una sala de partos o en un CTI, este ginecólogo cree que "la medicina no es solamente una ciencia sino que también es un arte ya que hay que tener cierta creatividad para aplicar las técnicas de una manera adecuada. Cómo resolver un problema o cómo se realiza un diagnóstico es también un acto de creación y requiere una chispa de inspiración", aclara.

En cuanto a la creatividad en el ejercicio de la medicina, Topolanski considera que se debe atender "la aparente insensibilidad de los médicos que, en definitiva, están siendo arrastrados por la corriente del tiempo en un sistema malo que gasta mal el dinero que tiene. ¿Si hay seis minutos para cada paciente cómo hago para explicarle que las hormonas no dan cáncer y además rebatir lo que le dijo la vecina y la peluquera?", se pregunta.

De todas maneras pintar un cuadro o escribir un cuento es para él algo diferente. "El ejercicio de la medicina siempre me resultó reconfortante pero pintar o escribir son actos de creatividad pura. Ahí sí hay placer, además de una sensación como de que el ego se eleva. Este es también el responsable de que cuando algo sale mal a uno le agarren unas rabietas espantosas. Recuerdo que cuando iba al taller a pintar siempre era el último en irme. No podían arrancarme de allí: me olvidaba de todo, sentía mucho placer y un gran descanso".

La mayor o menor sensibilidad artística quizás radique, según Topolanski, en los modos en que los seres humanos integran los hemisferios cerebrales. "Todos sabemos que hay personas 'más o menos sensibles'. Últimamente se han desarrollado estudios muy interesantes sobre las distintas funciones del hemisferio izquierdo y del hemisferio derecho, realizados en base a lesiones de diversas enfermedades o accidentes. En forma generalizada se puede decir que el hemisferio izquierdo regula la parte intelectual y que el derecho regula la sensibilidad. Ambos hemisferios no pueden trabajar independientemente sino juntos. También se ha visto que un ingeniero, por ejemplo, utiliza más el izquierdo; que un artista tiene más desarrollado el derecho y que las mujeres funcionan muy bien con los dos; algo que podría estar explicando la intuición".

La mayor inclinación hacia las artes, entonces, puede llegar a tener una explicación funcional, pero más allá de cómo se integran los hemisferios cerebrales quienes pintan, escriben, tocan un instrumento musical o trabajan con el cuerpo dicen sentir mucho placer, una gran satisfacción y un enorme descanso. Algo que todo ser humano suele anhelar.

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