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Mamá: ¡Soy médico!

por Jorge (Cuque) Sclavo

Mi madre quería que lo fuese, pero yo le dije que no.

-¿Y qué vas a ser?

-Humorista.

Era una profesión lo suficientemente vaga como para que no me hiciese más preguntas y me dejase tranquilo escuchando a Gardel.

Después lo pensé mejor. Tenía una túnica blanca de una farmacia en la que había trabajado, una birome del laboratorio que me había regalado un amigo visitador médico y un estetoscopio comprado por un tío en un remate con lo que me aseguraba que no me confundiesen con un enfermero. Me fue difícil elegir la especialidad. Enseguida, por mi barba, pensé en psiquiatría. La barba les da ese misterio a los psiquiatras que les hace pensar inmediatamente a sus pacientes: para qué se habrá dejado la barba este tipo.

También me imaginé cirujano, pero la sangre sólo me gusta verla en las películas. Además tengo un natural pacífico que me impide apuñalar a gente indefensa y en presencia de testigos. Y mucho más importante aun, creerme tan omnipotente como para corregir los errores de nuestro Creador, tales como el apéndice, esa asquerosa lombriz que debió venir incluida en la manzana que degustaron Adán y Eva, causa por la cual luego fueron desalojados del Paradise Inn donde el reglamento no permitía ni niños ni serpientes. Volviendo al apéndice: este divertículo que nos fue ubicado en el intestino grueso es hueco. ¿Será porque es al santo cohete? Se quita con facilidad, como si fuese la cubierta de un libro, que tampoco sirve para nada. Los libros, a veces, también tienen apéndice. Lo ponen al final, como para que la gente no lo lea.

Dios se lo puso a Adán para que tuviese algo de que quejarse y pudiera hablar de su operación en las reuniones familiares. De la operación de la cual Adán nunca se quejó fue de la de su costilla. De puro maula, por miedo a que Eva se le fuese con los nenes y él tuviese que pagar la pensión alimenticia de por vida.

-Pero sobre todo, por los gurises, ¿me entendés?- le confesaba a la Serpiente, medio mamado, mientras tomaban la penúltima en el Bar y Almacén de San Juan y Boedo. ¡Pobre Adán! Los botijas le salieron brutazos y Caín terminó achurando a Abel «por cuestiones del momento» tal como dan cuenta las crónicas policiales de la época.

Antes de entrar al CASMU y para no ir payando, como buen uruguayo, consulté libros y gente para que me aconsejasen. Lo primero que me dijeron fue que no fumase delante de los pacientes y mucho menos que les mangueara fasos, si yo no tenía. Estudié anatomía que es lo más bollo. Comprobé que es mucho más linda en las mujeres si son jóvenes y compleja en las mujeres, sin son veteranas.

Aprendí que un paciente es sano hasta que él demuestre lo contrario. Para ello, deberá superar una cantidad de análisis que uno le mandará a hacerse. Una vez que el hombre ha cargado con todos los frasquitos y ha sido pinchado en todas las partes que se debe, si no ha superado estas pruebas y la quedó en nuestro consultorio: cambia de categoría. De paciente pasa a convaleciente, término que quiere decir: bajo sospecha de estar vivo. Pregunté entonces: por qué no existía el término valeciente y amenazaron con echarme acusándome de curandero. Según parece, estos tales curanderos son unos sujetos que curan las infecciones con patas de sapo masa-cradas, cabezas de vinchuca macho, estiércol de pulga de aperiá, jugo de aloe macerado previamente en agua podrida y como un millón de unidades de ampicilina.

Ante ello, y aconsejado por el Tato, mi amigo el visitador, me anoté para un Congreso Médico en Venado Tuerto de donde volví con otra birome, una carpeta y un certificado dando cuenta que había ido a un Congreso Médico en Venado Tuerto. En hoja adjunta, en una cartulina, figuraba la decisión fundamental del Congreso, la cual decía: «El próximo Congreso se hará en Carlos Paz donde hay piscinas y canchas y es mucho más divertido».

A la vuelta del Congreso ya me esperaba la Gloria. Era una estudiante de enfermería que so-pena de denunciarme por la práctica ilegal de la profesión (y embarazo de menor) me hizo casar con ella y poner una Clínica Alternativa con Florales de Brahms, Ñoquiterapia, Meditación, Curridental y Dígito-Psicote-lefónica al 0900 con grandes premios, viajes, coches, electrodomésticos y cartas astrales.

Por suerte agarramos la epidemia de gripe de este año que fue notable y nos dio para pagar toda la instalación de la clínica, comprar casa, cambiar coche, pagar la publicidad y hasta inscribirnos en el Congreso de Carlos Paz y en otro sobre Mayéutica y Taoísmo y su Influencia sobre Usos y Costumbres en los Pueblos Indoeuropeos que se va a llevar a cabo en el 2000 en Viña del Mar. Por supuesto que voy a tener que pedir licencia en el SMU. Pero ya les prometí unas notas para Noticias. Macedo me prometió que las va a publicar. Aunque sea en la última página.

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