1. LA SITUACION DE SALUD Y LA ORGANIZACION SANITARIA A PRINCIPIOS DEL SIGLO.

Al iniciar el siglo XX, Uruguay atravesaba un proceso de fuertes transformaciones que implicó cambios sustanciales en el Estado y en la sociedad. El proyecto batllista significó la consolidación del proceso de modernización del país a la vez que produjo una redefinición del Estado y de sus roles. El "país modelo" impulsado por Batlle, supuso un Estado proteccionista -generador de condiciones propicias para la industrialización del sector privado-, con una marcada preocupación por las políticas sociales que condujeron a una franca mejora de las condiciones de vida de los sectores populares. A grandes rasgos puede decirse que se crearon las condiciones para el surgimiento de un proletariado urbano al que se integraron las corrientes inmigratorias de origen europeo. Por su parte la expansión del Estado y del sector de servicios dió lugar a una clase media que poco a poco se convertiría en un actor característico de la sociedad uruguaya.

Obviamente, la salud no fue un sector ajeno a estos cambios. Por una parte la redefinición del estado condicionó la reformulación de sus competencias en materia sanitaria. Por otro lado, tanto el proceso de industrialización como la legislación laboral y social implementada, significaron modificaciones en las condiciones de vida de los trabajadores que naturalmente repercutieron en su salud. Por último, el proceso de cambio alcanzó también al sector educativo y dentro de él a la Universidad a la que se le dieron condiciones más propicias para su funcionamiento.

Los diferentes estratos sociales que fueron definiéndose en los primeros años de este siglo, fueron tributarios de diferentes tipos de atención médica. A su vez estos estratos delinearon las características de la asistencia de la que hacían uso. Es así que en las dos primeras décadas del siglo, tiene un gran desarrollo la asistencia a través del estado -dirigida a las clases sociales carentes de recursos- y la asistencia a través de las organizaciones mutuales destinadas en un principio al proletariado de origen europeo y extendida posteriormente a la clase media. La población de altos ingresos por su parte, era usuaria de la atención médica privada que se desarrollaba en los consultorios particulares o a domicilio.

El modelo batllista iniciado durante la primer presidencia de Batlle y Ordoñez, se desarrolló durante los primeros quince años de este siglo. Puede decirse que el proceso reformista se detuvo en 1916 con la derrota electoral del batllismo. Sin embargo el perfil del nuevo Estado ya estaba consolidado y el nuevo período iniciado con la presidencia de Viera mantendría ese perfil sin profundizar los cambios impulsados anteriormente.

En 1919 se plebiscitó y aprobó una nueva Constitución que implicó cambios significativos sobre todo en el sistema político nacional. Se instituyó el sufragio universal masculino, se habilitó la posibilidad de legislar sobre los derechos políticos de la mujer, se mejoraron las garantías electorales y se creó el Consejo Nacional de Administración. Este era un órgano colegiado integrado por las fuerzas políticas mayoritarias, que compartía la titularidad del Poder Ejecutivo con al Presidente de la República.

El tercer censo de población realizado en 1908 había mostrado que el país contaba con 1.042.686 habitantes. De ellos, 312.013 (29,9%) residían en Montevideo y 742.177 (70,1%), en el interior del pais. La distribución por edades correspondía a la de una población joven, en la que 41% era menor de 14 años, 56,4% estaba comprendida entre 15 y 64 años y sólo 2,6% era mayor de 64 años. Comenzaba a insinuarse el fenómeno de la concentración de población en la capital que luego, en el curso de los años siguientes se confirmaría.

La tasa de mortalidad general para 1900 es del orden del 15 por mil y la tasa de natalidad es cercana al 31 por mil. Veinte años antes, en 1880, esos valores se situaban en 20 por mil y 40 por mil. Si se tienen en cuenta los valores registrados en todos esos años, se puede ver que el descenso de ambos indicadores es constante y que de un crecimiento vegetativo del 2% anual para el año 1880, se pasa a un crecimiento de 1,50% por año. A esa tasa de crecimiento se suma el saldo migratorio positivo de ese período. (1)

La tendencia decreciente de la mortalidad y de la natalidad se mantendría y asi al llegar al año 1920, la mortalidad general se ubica en 12,5 por mil y la natalidad llegaba a valores del 25 por mil. El crecimiento era 1,25% anual.

La mortalidad específica para menores de cinco años también muestra un descenso constante entre 1886 y 1920 con valores de 9 por mil y 4 por mil respectivamente. Sin embargo sobre la base de todas las defunciones, la mortalidad de los menores de cinco años era 41,4 y 31,8 respectivamente.

La esperanza de vida al nacer de acuerdo a los datos del censo de 1908 era 50,8 años si se toman en cuenta ambos sexos.

Las mujeres tenían un esperanza de vida un tanto mayor (52,2) que los hombres (49,5). (2)

Las principales causas de muerte en los años 1907 y 1916 fueron las siguientes: las enfermedades infecciosas y parasitarias ocupaban el primer lugar (20,4% y 21,9% respectivamente para cada año considerado), seguidas de las infecciones respiratorias agudas (14,5 y 17,3% respectivamente). Las enfermedades cardiovasculares aparecían en el tercer lugar (10,1%) y los tumores malignos en el cuarto (4,7% y 4,4% para cada año). En quinto lugar se ubicaban los accidentes con 3,3 y 1,9% respectivamente. (1)

TABLA II

El perfil demográfico era el de una población joven, con un proceso de urbanización en desarrollo y con un enlentecimiento progresivo de su crecimiento. A su vez, el perfil epidemiológico del país mostraba una clara predominancia de las enfermedades transmisibles sobre las enfermedades crónicas y una mortalidad infantil en menores de cinco años elevada, que representaba casi 40% del total. Esto tiene su explicación tanto en las condicionantes socioeconómicas y ambientales como también en el grado de desarrollo de los conocimientos científicos de la época.

 

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