Ensayo sobre el pensamiento del Dr. Carlos María Fosalba en las postrimerías del siglo XX
El periodista
Una de sus facetas más destacadas fue sin duda su calidad como comunicador en los ambientes por los que transcurrió su vida. Puede señalarse su particular estilo, inconfundible por la calidad expositiva, la prolijidad de sus razonamientos, la lógica interna de sus propuestas, la metodología de sus presentaciones, a menudo matizadas con subtitulaciones que ordenan la lectura.
En la Asociación de los Estudiantes de Medicina, desempeñando como fue mencionado, la dirección de "El Estudiante Libre", tuvo ocasión de desarrollar esa vocación, imprimiéndole a la revista un marcado carácter dinamizador del medio estudiantil. Ya fueron insertados sus dos primeros Editoriales.
Veamos una página publicada en el ejemplar de julio de 1931, donde vuelca su análisis a un actor admirable y admirado por él: (9)
"CARLITOS CHAPLIN
Carlitos es un niño disfrazado de hombre.
Su historia es la del hombre débil.
Su vestimenta es a su cuerpo lo que el mundo a su triste alma
debilucha y enclenque: un ropaje grande donde se pierde su vida
indefensa.
Para comprenderlo, es necesario amarlo.
Para amar a Carlitos es necesario haber reído desde niño con
sus piruetas geniales.
Sólo los que fuimos niños, cuando él surgió, podemos sentir
con cariño la humilde sencillez de su vida.
Es símbolo de debilidad; de la infancia hecha hombre; de la
torpeza ingenua y de la intuición genial. Es un alma pura; la
perversidad humana pasa sobre él sin pervertirlo, porque lo
salva la infinita inconsciencia de su espíritu.
¿Alguien concibe a Carlitos matando o violando, o traicionando?
Su misma truhanería, ¿no es la prueba de su honradez? Cuando
Carlitos roba, ¿sabe acaso que hace mal? Y cuando roba, ¿lo
hace acaso por ambición, por avaricia o por holgazanería?
Carlitos roba cuando tiene hambre. Si no es por hambre roba por
amor.
De todos los enamorados del mundo, ¿quién más tierno que
Carlitos? El no ha besado nunca a una mujer, porque nunca ha sido
amado. Y no lo será jamás, porque sigue siendo un niño, a
pesar de su bigote, de sus pantalones y de su bastón.
Nunca llora, porque el llanto es una rebeldía y su alma humilde
tiene la resignación silenciosa de los vencidos. A pesar de ser
un vencido es, sin embargo, feliz: porque carece de orgullo y de
ambición.
Por no tener orgullo desdeña su pasado y lo sepulta en el
olvido; careciendo de ambición el porvenir no le preocupa y
hasta ignora su posibilidad.
¿Cómo puede, entonces, ser desdichado?
¿Por qué sufrimos y hablamos de su tragedia?
¿Por qué el espacio desolado que aquel circo dejó, en cuyo
centro él permanece, nos pareció tan intensamente doloroso? El
lo abandona con una pirueta inconsciente y feliz, a pesar de
haber dejado allí un nuevo fracaso, para agregar a su inmensa
historia de fracasado.
¿Por qué nos duele el rictus de su boca, cuando la que fue
ciega descubre la debilidad de ese hombre, que a la luz del mundo
parece insignificante, cuando en medio de sus tinieblas supo
comportarse con la grandeza de un héroe?
Carlitos no puede sufrir; si acaso sufre, un motivo pueril podrá
ser el mágico sedativo de ese dolor fugaz.
¿Por qué lamentamos sus derrotas totales?
La tragedia que lo circunda rebota sobre los espectadores pero no
llega hasta él. Lo que nos parece su dolor, no es más que
nuestro propio dolor. Carlitos es el cuerpo; el espectador el
alma. El fracaso es suyo, pero el dolor es nuestro. Nuestra vida
reposa en el recuerdo; y es ese recuerdo amalgamado a nuestras
almas que nos alegra o nos entristece con la visión de nuestros
éxitos o de nuestras derrotas.
El recuerdo no existe para Carlitos. Sólo el instante fugaz del
presente puede hacerlo surir; pero el olvido piadoso calmará
siempre las turbulencias del instante pasajero. Carlitos olvida;
y es feliz. Por eso también, los años que han transcurrido para
nosotros no han pasado para él. Y cada día que surge, al
despertar y enfrentarse con la vida, lo hará siempre con la
despreocupación feliz del hombre nuevo.
Y en cada noche, al retirarse vencido, su sueño de niño
borrará con piedad la aridez de la jornada diaria."
El año 1934 sería clave para el desarrollo de muchos proyectos sindicales, conducidos por el ímpetu y el coraje de Fosalba. Además de su desempeño como Secretario del Comité Ejecutivo, promoviendo constantemente iniciativas que cambiarían el futuro del gremio, asume la dirección de la revista sindical, que hasta entonces se había denominado "Boletín del Sindicato Médico del Uruguay" y era el órgano oficial de la entidad.
La nueva época estaría marcada también por un cambio de nombre de la revista, además de su nuevo formato, pasando del tabloide a la revista más moderna. Se denominaría ACCION SINDICAL, para marcar el sentido que tendría la tarea gremial en esa hora.
Sería la nueva Revista una síntesis de propósitos: informativa de acontecimientos, tribuna para el análisis de los problemas gremiales y profesionales, lugar donde plasmar y discutir propuestas; el medio para difundir las denuncias sobre las conductas desviadas del Ministerio de Salud Pública y de los colegas serviles que se prestaban a sus propósitos.
Un órgano para la participación de los egresados en la Facultad de Medicina presentando sus problemas y debatiéndolos con calor.
Pero sería también una revista científica. Con la modestia de la época, se titulaba, desde el primer número "PAGINA CIENTIFICA" a la sección que avanzaría capítulos enteros de obras que luego serían publicadas como libros por la Editorial Científica del Sindicato Médico, también integrante del proyecto de Fosalba.
Y para introducir esta PAGINA CIENTIFICA, se dejaba esta Nota de Redacción en el primer número de junio de 1934: (10)
"Iniciamos en este número la publicación de una página científica. Son nuestros propósitos presentar en esta página distintos capítulos importantes y de interés general para el médico, abordándolos en la forma más completa posible -aunque dentro de los límites de un resumen claro y conciso- con los más recientes conocimientos científicos de los temas a tratar.
Esta sección estará a cargo de profesionales de notoria preparación científica. Corresponde al Dr. José Pedro Migliaro inaugurar esta página con el tema "Enfermedades de las arterias", a cuyo estudio se dedica desde hace tiempo con profunda meditación y reconocida inteligencia.
Ese trabajo, del mismo modo que los siguientes, será reunido en un volumen con lo cual se organizará la Editorial científica del Sindicato Médico del Uruguay."
En junio de 1934 aparece el primer número bajo su Dirección, siendo su Secretario de Redacción su entrañable amigo el Dr. Julio R. Marcos y Administrador el Br. José Suárez Meléndez.
Todo el Comité Ejecutivo era integrante de la Redacción.
Su primer editorial, lo tituló NUESTROS PROPOSITOS, y allí define con claridad, su enfoque de la realidad sindical y sus proyectos transformadores: (11)
"Al entregarnos la
dirección de esta revista hemos recibido un honor que nos llena
de un sano y legítimo júbilo. No se nos escapa los altos
destinos de esta tribuna periodística, ni la influencia
creciente que con el correr de los años ha de tomar su
autorizada opinión. Ello mismo constituye un elemento precioso
para justipreciar, en todo su alcance, la elevada responsabilidad
que pesa sobre nosotros. Ni el júbilo nos obnubila, ni la
responsabilidad nos arredra. Tenemos ante todo la convicción
honesta de ser sinceros y de sabernos guiados por un sentimiento
noble, orientado celosamente en vigilar y defender los derechos
legítimos y los intereses elevados del gremio médico.
Pondremos al servicio de esos derechos e intereses toda nuestra
actividad y la totalidad de nuestro entusiasmo.
Somos plenamente optimistas sobre el porvenir del Sindicato
Médico; estamos seguros que ha de llegar muy pronto a una
elevadísima situación; tenemos una gran confianza en las
fuerzas morales que vitalizan su organismo y afirmamos desde ya
que su futuro material será tan rico como su patrimonio ético.
Convencidos de la eficacia persuasiva de la acción, la
ejerceremos sin temores; sabemos muy bien que la organización
sindical se hace poderosa no sólo por el número de sus
afiliados sino y sobre todo, por el potencial de energía que de
sus filas germine; el número vendrá arrastrado por el poderoso
atractivo, por el influjo irresistible de la capacidad
realizadora y constructiva.
El espíritu de la justicia y la equidad, será nuestro juez
incorruptible; el trabajo sin desmayo la fuerza creadora; la fé
y la esperanza, serán los soportes donde descansarán nuestras
ilusiones de mejoramiento, de igualdad y de progreso.
Los problemas de la profesión médica no pueden solucionarse al
margen del medio social en que vivimos; las vicisitudes de este
llegarán como oleadas hasta el más íntimo rincón de nuestra
casa. ¿Cómo pues declararnos prescindentes de las vibraciones
populares? La justicia y la libertad social serán la fuente
donde beberemos nuestra justicia y nuestra libertad gremial. Si
queremos el bien del gremio médico no podemos olvidar el bien
social. Nuestra primera preocupación está pues en la calle; las
zozobras, los vaivenes, los triunfos y las derrotas de la
Sociedad serán motivo de nuestro juicio imparcial. Ajenos a los
ruidosos combates de la política electoral no podemos sin
embargo apartarnos de los principios básicos de superación
colectiva; nuestros problemas forman parte de un gran todo y
pretender segregarnos, como una célula aislada, es olvidar los
más elementales principios de la biología. Como lo ha dicho
Barrett no se odian los que se combaten; sólo se odian los que
se desconocen; el único mal es la indiferencia.
Nosotros no seremos indiferentes al problema general de la
sociedad; al proceder así estaremos en condiciones de resolver
científicamente nuestros problemas morales, económicos,
técnicos y profesionales.
Pero esa preocupación no nos apartará de los problemas vitales
del gremio médico, ni el lírico entusiasmo será una venda que
oscurezca nuestra visión en los asuntos económicos que agobian
a una gran parte de los profesionales.
La explotación del médico por la Salud Pública, la lucha
contra el empresismo mutualista, la creación de una gran
sociedad de mutualismo organizada por el Sindicato, la
científica distribución del profesional en la ciudad y en el
campo, y otros muchos problemas fundamentales, serán estudiados
y casi nos atreveríamos a vaticinar soluciones, que colmarán
ampliamente ese clamor que se ve surgir de los médicos
proletarizados, en la esperanza de una pronta solución de su
angustiante porvenir.
El tiempo será nuestro mejor juez.
Esperamos su juicio, sin temores, con la tranquila convicción
con que espera quien tiene conciencia de cumplir con su
deber."
Puesto que este primer editorial no significaba un mero acto de compromiso, de abrir una etapa, sino el verdadero desarrollo de un ambicioso programa que revolucionaría el accionar del Sindicato Médico, podríamos ilustrar con muchos otros que le siguieron, abordando aspectos específicos de esa nueva orientación. Para ahorrar comentarios, insertaremos el Editorial del N° 2, de julio de 1934, (12), titulado
"ORIENTACION DE NUESTRO SINDICATO
No existe acuerdo entre los
médicos sobre cuales son las funciones, los fines y el terreno
en el cual debe desempeñar nuestro Sindicato su ininterrumpida
labor.
Estas discrepancias lógicas, son el producto y la consecuencia
inevitables de las diferencias ideológicas y tácticas, de sus
numerosos integrantes. Conviene hacer, desde el primer momento,
un distingo fundamental. Aquellos que combaten la idea misma de
la sindicalización no retendrán nuestro tiempo; nuestra obra es
la mejor respuesta.
Sólo nos preocupa discutir y convencer a aquellos que, deseando
el bien de nuestra casa, discrepan no sólo en los
procedimientos, sino también en las concepciones doctrinarias e
ideológicas. En realidad la táctica sindical es una
consecuencia de la orientación doctrinaria que la inspira. Es
pues sobre la doctrina sindical, donde pensamos dirigir nuestros
comentarios. Pero antes debemos plantear un conjunto de
cuestiones previas. En nuestro próximo editorial abordaremos
concretamente el estudio de la doctrina sindical.
Primero debemos hacer esta pregunta:
¿Qué fines se persiguen o se deben perseguir dentro de un
sindicato profesional médico?
Todos al unísono responderán: "Nos unimos para defender la
ética profesional, para trabajar por el mejoramiento económico
de los médicos y para constituír un frente defensivo contra
quienes quieran agredir los derechos legítimos y los intereses
justos de nuestro gremio". Perfectamente. Pero debemos
agregar: "y para hacer una obra de beneficio social. No
basta defender a los médicos, tenemos la obligación de luchar
por los enfermos, es decir por toda la sociedad. No podemos
aspirar a nuestro exclusivo mejoramiento, sin caer en la más
antipática y egoísta posición. Vivimos en sociedad y a la
sociedad nos debemos. Pretender aislarnos, es desconocer, con
lamentable ignorancia, la íntima correlación que existe entre
nuestros problemas y los problemas del medio que nos rodea; si
deseamos solucionar, o por lo menos mejorar, la situación
económica y ética de los médicos, debemos tener presente que
nosotros no estamos aislados y que los asuntos que en nuestro
medio se plantean no tienen su origen, sus causas y sus
soluciones fuera de la gran órbita social, que hace de las
actividades humanas, un todo complejo e íntimamente entrelazado
Veamos una serie de ejemplos:
LA INMORALIDAD PROFESIONAL
Combatimos la inmoralidad
profesional. ¿Pero cómo combatirla? Un criterio simplista de
inmediato dá una contestatación igualmente simple:
"Combatiremos la inmoralidad profesional, castigando a los
médicos inmorales". Es decir: "combatiremos una
epidemia, curando a los enfermos." Combatir la inmoralidad,
no es castigar a los inmorales, como combatir una epidemia no es
curar a los enfermos. Tal posición, sólo la ignorancia puede
justificarla. La inteligencia humana ha sabido ya distinguir los
efectos de las causas. Los médicos inmorales, como los enfermos
en una epidemia, son los efectos, pero no las causas del mal que
se combate. Combatiendo los efectos, no se suprimen las causas.
Hasta que no se practicó la vacunación antivariólica no se
pudo suprimir la viruela, por más que se cuidara a los enfermos
variolosos.
Combatir a los médicos inmorales es inútil, mientras no se
analicen, se estudien, se evidencien donde están las raíces del
charlatanismo profesional, de la ignorancia médica, etc. Ahora
bien; esas causas originarias no deben ser buscadas
exclusivamente en el medio médico; tal pueril pretensión,
sería igual a la del niño que quiere encontrar, dentro de un
aparato de radio, al hombre cuya voz trasmite. Las causas
determinantes de la inmoralidad médica, tienen su asiento en la
organización social. Por eso, mientras el Sindicato pretenda
combatir a aquella sin interesarse, inmiscuirse y trabajar en los
problemas generales de la sociedad, realizará una obra estéril,
absolutamente ineficaz, como si un hombre, en las montañas,
pretendiera suprimir el eco de su voz, increpando a éste, pero
ignorando las leyes físicas que lo producen.
Las causas de la inmoralidad profesional radican en el ejercicio
particular de la medicina; en la libre concurrencia, que provoca
la lucha por el cliente; en la mala repartición de los médicos,
creando una aparente superpoblación profesional, que determina
la competencia entre los colegas; radica también en la
ignorancia pública, que busca y exige el reclame del
profesional; radica en el hecho paradojal de que en la actual
organización los intereses del médico, están encontrados con
los de los enfermos, en lugar de ser paralelos; por último, es
debida a la crisis económica mundial, que al determinar la
miseria de los clientes, repercute inevitablemente sobre los
médicos.
Vemos pues que en los asuntos éticos el problema es insoluble si
pretendemos mantener la lucha en el exclusivo terreno del
ambiente gremial médico.
Si esto sucede en el aspecto moral ¿qué ha de pasar en el
terreno económico? El problema es aquí todavía más evidente y
palpable. Veamos los hechos e interpretémoslos con criterio
científico y por lo tanto desapasionado.
EL PROBLEMA ECONOMICO
Luchamos por el
mejoramiento económico de la profesión. Pero ¿cómo luchar? Y
recurriendo ¿a qué procedimientos?
¿Protestando por que los clientes no pagan? ¿Gritando por que
el Estado los explota? ¿Indignándonos por que las Mutualistas
no retribuyen al profesional como es debido?
Aquí también nos encontramos con el mismo criterio simplista,
cuya crítica hacíamos en párrafos anteriores. Más
científico, más lógico, más útil, sería estudiar e
investigar por qué los clientes no pagan, por qué el Estado los
explota, por qué existen mutualistas tan mal organizadas y tan
perjudiciales, no sólo para el médico, sino y por sobre todo,
para los mismos enfermos. Esas causales desbordan ampliamente el
círculo profesional. Es en la organización social, de la cual
la organización profesional no es más que uno de sus múltiples
aspectos, donde radican las raíces mismas, que constituyen la
causa de la perturbación económica. Resulta pues evidente que,
desentenderse de los problemas económicos generales, es una
actitud suicida y que toda lucha que se emprenda en favor de la
economía profesional debe tener en cuenta los factores externos
que la rigen.
El caso concreto del mutualismo nos servirá también, como
ejemplo, para fundamentar nuestro razonamiento.
EL PROBLEMA DEL MUTUALISMO
El mutualismo ha surgido
como una de las tantas formas defensivas con que las clases
medias pretenden solucionar un aspecto de sus necesidades
elementales. En la imposibilidad de asegurarse una asistencia
particular, extremadamente onerosa, los que no pueden, o no
quieren disfrutar, de la asistencia gratuita que el Estado
concede, con deficiencia bien conocida, se han visto en la
obligación de asegurarse los cuidados médicos, bajo la forma
actual del mutualismo.
Pero de inmediato, lo que en sus orígenes constituyó una forma
correcta, se transformó en un vicio fundamental, cuyas
consecuencias pagan, bien pesadamente por cierto, los enfermos
por una parte y los técnicos que la sirven por otra. Mal
asistidos unos; mal retribuídos otros e intereses encontrados
por ambas partes.
Nadie, pues, discute, que las Mutualistas constituyen, no por sí
mismas, sino por su organización defectuosa, entidades
perjudiciales tanto para los enfermos, como para los médicos.
Hasta ahora el Sindicato había concretado su lucha a condenar
desde su prensa dichas instituciones. ¿Cuál ha sido el
resultado de esa lucha? El más absoluto fracaso. Y este fracaso
se debe a un error fundamental de nuestros antecesores; no es en
la clase médica, donde debía buscarse la solución del
problema; ni con exhortaciones, ni con amenazas, ni con
razonamientos, ni invocando la ética, se pudo conseguir que los
médicos abandonaran las mutualistas mal organizadas. Todo lo
contrario; a medida que los años pasaron el número de
postulantes médicos, dispuestos a dejarse explotar aumentaba, a
pesar de toda la prédica del Sindicato. Muchos colegas, con
pueril desencanto, llegaron a la frívola suposición que los
médicos constituían una clase de seres inferiores, cobardes e
indignos de que se luchara en su beneficio. Esta injustificada
actitud, se debía a la desilusión provocada por el fracaso. En
lugar de estudiar, con serena atención, las causas que hacía
ineficaz la lucha contra el mutualismo mal orientado, muchos
compañeros abandonaron el Sindicato, presas de un cruel y
doloroso escepticismo.
Engañados por una táctica sindical, sumamente honesta pero
equivocada, combatían el mutualismo dentro del gremio sin dar
soluciones de repercusión social. Nosotros vamos ahora al fondo
del asunto y combatiremos exitosamente a las malas mutualistas
por que hemos encontrado por lo menos la solución parcial del
problema.
Las mutualistas son malas porque elementos ajenos a los enfermos
y a los técnicos lucran con ellas y a sus expensas; por que
pretendiendo realizar parcialmente la socialización de la
medicina, sólo hacen una grotesca parodia de ella.
Nosotros no veremos en los compañeros explotados un enemigo a
quien combatir, sino un amigo a quien ayudar; compenetrados del
hondo arraigo social del mutualismo trataremos de incorporarlo al
Sindicato; para ello estamos ya construyendo nuestro Centro de
Asistencia que lleva en su propia organización, basada en una
correcta asistencia del enfermo y en una justa estimulación de
los técnicos, el determinismo fatal de su triunfo y el fracaso
de las organizaciones que combatimos.
PERO AUN QUEDAN MAS PROBLEMAS
Pero aún triunfante
nuestro "Centro de Asistencia" el problema sólo está
solucionado en parte.
Los múltiples aspectos de la economía social de nuestro medio,
repercutirán necesariamente sobre nuestra institución. Si
queremos llevar adelante la obra emprendida debemos interesarnos
por los problemas económicos generales cuya estructura influirá
inevitablemente sobre ella.
Supongamos que una economía fascista pretendiera segregar, como
lo hará seguramente y como ya pretende hacerlo en parte el
Ministerio de Salud Pública, pretendiera segregar repetimos,
nuestra independencia, monopolizando para el Estado la dirección
absoluta de la Sanidad nacional. El Sindicato Médico, como
institución gremial, debe luchar para impedirlo. El decreto
actual sobre la libertad de prensa, coarta nuestro campo de
acción. Un gobierno despótico, agudizando los problemas
económicos y quitándole a las masas productoras su ya reducida
capacidad adquisitiva, al hundirlas cada día en una mayor
miseria, contribuirá a entorpecer nuestra obra. En fin, la vida
del Sindicato quedaría absolutamente liquidada si el gobierno
aplica las disposiciones contenidas en la ley de los Sindicatos
del Estado.
Así podríamos seguir enumerando una serie interminable de
circunstancias, en que el Sindicato Médico, si desea ser algo
más que un nombre, se verá en la obligación ineludible de
romper la estrechez de su horizonte gremial, para extenderlo al
amplio terreno de la economía social.
A todas las razones de índole científica, a que nos lleva esta
interpretación materialista de la lucha sindical, podríamos
agregar argumentos basados en los deberes superiores que dicta la
solidaridad humana. Pretender solucionar los problemas médicos,
al margen de las vicisitudes sociales, no sólo es imposible por
las razones apuntadas, sino, que en su esencia psicológica,
oculta un condenable egoísmo, una sensibilidad reaccionaria y
una inadmisible despreocupación por los superiores principios de
bienestar colectivo.
Pero, si como queda superabundantemente demostrado, el Sindicato
Médico debe ser un activo luchador en el campo de la Sociedad,
queda todavía a discutir cuál ha de ser la posición de nuestra
casa frente a los problemas sociales; qué orientación seguir,
qué principios defender; qué aspiraciones concretas levantar
como bandera de combate y como programa de reivindicación. Este
tema lo desarrollaremos en nuestro próximo editorial."
Hasta más de un año después, continuaría ese impulso inicial, a través de nueve números de la revista, el último que lleva su sello editorial, de junio-julio de 1935. Era un viento nuevo que soplaba con fuerza y producía la remoción de los principales asuntos que agitarían el ambiente sindical. Con Fosalba irrumpió en el Sindicato Médico una generación que se había consolidado en el estudio, en la participación en la A.E.M., y en la amistad, y que continuaría a lo largo de su vida, dándole esa cohesión y solidez a quienes serían el motor renovado de una Casa que ya comenzaba a hacer su historia.
Pero particularmente él traía un nuevo método de análisis sociológico, que daría nueva dimensión a la obra del Sindicato, volcándolo decididamente a atender los problemas de su entorno para, resolviéndolos, ayudarse a resolver los propios de la clase médica. Con lucidez y determinación, con gran poder de comunicación y con una sistematización perfecta de sus propuestas, pudo ir trasmitiendo, primero a sus compañeros directivos, y luego a todos los médicos, esa visión que habría de transformar las perspectivas oscuras de la profesión, en otras luminosas y llenas de optimismo.
Le insuflaría al gremio, al que hacía poco había ingresado como médico, una dinámica desconocida.
Básicamente con el apoyo que supo reunir, para impulsar esas propuestas, logró revertir rápidamente un deterioro marcado del Sindicato Médico, que, en medio del desánimo general de los colegas, iba perdiendo convocatoria y adhesión. En efecto, mencionaba MAÑANA (13):
"El 27 de junio de
1934 se llamó a asamblea, y la orden del día era: Autorización
para disponer hasta 1000 pesos para la instalación del Servicio
de Urgencia; reforma sobre cuotas de socios; sindicatos Locales.
Aclararemos que el Sindicato poseía un capital de 30.000 pesos
de antes; para que el lector comprenda que la suma destinada era
abultada diremos que el Sanatorio de Lamas y Mondino se pudo
haber alquilado por 300 pesos mensuales con todo su equipamiento
y material; que la empresa Urta se ofreció cobrar por salida de
un auto del Servicio de Urgencia, 2 pesos; y que una propaganda
radial con 20 menciones diarias sobre el Servicio de Urgencia
costaba 160 pesos al mes. ¡Si sería el país de las vacas
gordas!, y eso que estaba en plena dictadura, con una
devaluación del peso del 25%.
Los socios, que en la época de Simeto habían alcanzado, por la
prédica de aquel extraordinario sindicalista, un número de 600,
habían disminuído en 1934 a sólo 337. La creación del
Servicio de Urgencia hizo rápidamente sobrepasar los 400, lo que
le permitió expresar: "Nuestro Sindicato triunfa
actualmente, va en vías de realizar este desiderátum,
concurrencias de las fuerzas morales y económicas. Es el secreto
de nuestro triunfo". ¿Qué pasaría actualmente si el
C.A.S.M.U. estuviese fuera de la órbita del S.M.U.?"
Desde aquel primer número de ACCIÓN SINDICAL, será una constante la defensa de la profesión contra los embates del poder despótico. La denuncia con fuerza de las arbitrariedades del Ministro Blanco Acevedo. La defensa y la solidaridad con los colegas agredidos. El marcaje a fuego de los trasgresores de las normas gremiales y de los usurpadores de cargos públicos, aceptados a pura designación directa, con menoscabo de los concursos realizados por los jóvenes y meritorios colegas. La defensa de la Facultad de Medicina y de su principal proyecto el Hospital de Clínicas, en construcción, amenazado por los apetitos del Ministro de Salud Pública. El desarrollo de proyectos de mejoramiento en la labor sindical, y de oportunidades para el trabajo médico, como el Servicio de Urgencia, o de las mayores obras destinadas a transformar al Mutualismo, como el Centro de Asistencia.
Todo eso, y mucho más, puede hallarse en las modestísimas páginas de ACCIÓN SINDICAL, junto a la frase o la consigna que se esparce por cualquier espacio, por pequeño que fuera, aprovechando hasta el menor rincón para trasmitir un verbo encendido por el derecho y la solidaridad hacia sus colegas, por la defensa de la obra sindical.
Publicó en numerosas ocasiones en medios gráficos de organizaciones sociales, o en los de la mayor difusión.
Algunas de esas apariciones le acarrearon sanciones, como el episodio comentado en otro capítulo, que por una publicación denunciando la situación en los hospitales de Salud Pública, le suspendieron a él y al Br. Virgilio Bottero, poco antes del golpe de estado del 31 de marzo de 1933.
Entre sus artículos destacamos uno titulado "FUNCIÓN SOCIAL DE LA MEDICINA", publicado en el diario "El País" el 24 de setiembre de 1936, (14) y que constituye un exponente de cómo articulaba sus esfuerzos Fosalba para divulgar - a través de una resumida historia de la Medicina - cómo se había llegado a la obra que era el Centro de Asistencia que con tanto entusiasmo alentaba.