Ensayo sobre el pensamiento del Dr. Carlos María Fosalba en las postrimerías del siglo XX
El hombre y el amigo
Múltiples testimonios ha dejado Fosalba de la profundidad de sus sentimientos hacia sus compañeros y amigos, en la tarea estudiantil, o en la profesional, o en la gremial. Hemos preferido seleccionar algunos momentos de esa corriente de amistad bidireccional, marcando algunos momentos especialmente hondos.
LA GUERRA DE ESPAÑA
En julio de 1936 estalla la guerra civil española. Pocos meses más tarde se integraban contingentes de ciudadanos uruguayos, como de muchos otros países, para hacerse presentes en esa lucha con su aporte. En ACCIÓN SINDICAL, de enero-agosto de 1937, escribe Fosalba una significativa despedida a dos entrañables compañeros (79):
EN ARAS DE SU IDEAL - BOTTERO Y GOMENSORO
"El Dr. Virgilio Bottero y el Br. José B.Gomensoro han partido para España, para ofrecer sus servicios a la República Española.
El Dr. Bottero conquistó la medalla de plata en su paso por la Facultad de Medicina, y dentro de muy poco se le otorgaría, por sus méritos, una beca para estudiar en Europa. Gomensoro es uno de los estudiantes más brillantes de su generación; en el concurso de practicantes internos de Salud Pública, al que se presentó, ocupó uno de los primeros puestos.
Uno y otro sabían abrirse paso; ya lo habían hecho. Sin mendigar y sin usar los codos. En buena ley, a fuerza de talento y de trabajo.
Y, sin embargo, dejaron todo -cargo, amistades, amores- para ser útiles a una causa que para ellos era el ideal de cuya realización esperaban una humanidad más justa, más libre y más dichosa.
Su gesto va a ser juzgado de muy diferentes modos, pues es humano que encontremos bueno lo que hacen quienes piensen como nosotros y malo aquello que realizan los que piensan de manera distinta. ¡Y cuán opuestas son las posiciones ante el drama de España! Nuestras madres y nuestras abuelas piden que no se hable de España alrededor de la mesa a la cual se sienta la familia, porque la hoguera que arde en tierra española enciende pasiones nuestras y en los problemas que allí se trata de solucionar por las armas vemos la imagen de nuestros propios problemas.
No es siempre fácil advertir por encima de la maraña de los odios de clase, de los intereses, de las pasiones y desgraciadamente de los crímenes que manchan la tragedia española, que en ella palpita el problema de la dignidad humana en peligro. Renán, que escribía hace más de medio siglo y que ni siquiera era demócrata, decía, y sus palabras tienen hoy el relieve de una profecía:
"...jamás obedecería a una fuerza material que apelase al temor del castigo... Una orden es una humillación, quien ha obedecido es un capitis minor, manchado en el germen mismo de la vida noble.
Temo que las nuevas instituciones militares provoquen un espantoso rebajamiento. Obligar a todos a sufrir la obediencia es matar el genio y el talento. Quien ha pasado años en el servicio militar a la manera alemana, está muerto para las obras finas; así Alemania, desde que se ha entregado por entero a la vida militar no tendría más talento si no tuviera los judíos, para los cuales se muestra tan ingrata". Y pensar que hay tendencias que tratan de militarizar integralmente todo un pueblo!
Y no sólo se juzgará a Bottero y a Gomensoro según la posición ideológica de cada uno, sino también de acuerdo con las hebras del alma de Don Quijote o de Sancho que se llevan en el alma propia...
Y sin embargo hay algo que debería estar por encima de todos los juicios. El gesto mismo, el gesto en sí, descarnado de toda intención. Porque no se abandona la carrera abrazada por vocación, porque no se deja para servir a una idea, amigos, padres, hermanos, seres queridos con toda el alma, sin corftar en carne propia, sin que el alma misma se desgarre.
América en esta hora triste para España le está devolviendo sus caballeros. Pero, en verdad, sólo vuelven los que pertenecen a la raza de los apasionados que vinieron a luchar por su fe, los de la estirpe de esos hombres generosos que quisieron libertar a una raza oprimida. De aquellos que llegaron seducidos por la leyenda de El Dorado, por el miraje fabuloso de las minas de Cipango y de las sierras de la Plata, no vuelve ninguno. Porque todos saben que hoy en tierras castellanas, sólo hay privaciones, peligros, miseria y dolor. ¡Y quién sabe aún por cuánto tiempo!
Por cartas llegadas últimamente nos enteramos que Bottero y Gomensoro han llegado a territorio leal. Les deseamos que encuentren para su capacidad, para su desinterés y su entusiasmo un empleo digno de ellos."
Sin duda, un aporte diferente, lo constituye el discurso que pronunció en ocasión del homenaje que le hiciera un grupo de amigos sindicalistas en 1943, al culminar un importante Concurso en la Facultad de Medicina para el Profesorado, donde vuelca con ternura, una reflexión hacia las pasadas y futuras generaciones. (Ya hemos dado su texto completo en otra parte de esta obra).
Testimonio del Dr. Eugenio Isasi
Hemos transcrito parcialmente en otro capítulo un fragmento del discurso que en el primer aniversario de su fallecimiento pronunció uno de sus compañeros en el compromiso sindical, el D. Eugenio Isasi, hombre que habría de presidir más adelante, la Comisión del Palacio Sindical, que haría realidad la obra que con tanto cariño y visión certera definiera Fosalba.
Finalizando su discurso, decía Isasi (80):
"El incomparable dialéctico que era Fosalba comprendió que el más brillante y fundado de los razonamientos dialécticos carece de la fuerza arrolladora y contundente de los hechos que son los faros luminosos que en definitiva orientan y guían las conciencias colectivas e individuales.
Planificar alto, muy alto; pero para que los tiempos sean testigos de la elevación incesante, para que el mañana nos permita elevarnos sobre lo construído, es necesario cimentar muy hondo, llegando a la roca viva.
Así, señores, como medio para llegar a un fin, en el cerebro privilegiado de Fosalba nació la idea del Centro de Asistencia.
No han transcurrido doce años desde la fundación del Centro de Asistencia y sus frutos se ven por doquier.
El mutualismo ha sido sacudido en sus cimientos; el mutualismo ha sido revolucionado; el mutualismo se perfecciona día a día.
El médico ha sido dignificado, se ha jerarquizado su función y hoy, por ley, integra las directivas de todas las sociedades mutualistas; sus tareas se han humanizado y las retribuciones van siendo cada vez más decorosas y justas.
La conciencia de solidaridad médica es una realidad y hasta los más egoístas de los individualistas han podido apreciar la verdad y pujanza de que en la unión está la fuerza.
La masa social de las mutualistas ha evolucionado paralelamente y hoy exige y se beneficia con los más modernos adelantos de las ciencias médicas.
Ya veis como en pocos años nos hemos aproximado al fin.
Perdón, señores, mil perdones os pido, por esto que podría parecer una larga disquisición fuera de lugar. Pero es necesario que todos sepáis que Fosalba no creó el Centro de Asistencia como una mutualista más, la más perfecta de todas si queréis, pero siempre obra limitada y perecedera.
El espíritu alado de Fosalba bebía en las más altas cumbres del pensamiento pero también se inspiraba en las más altas cimas del sentimiento: justicia y verdad fueron el norte y la esencia de su vida.
Por eso hablamos hoy: queremos que se haga justicia a su memoria y no se recuerde, en su romántica figura, solamente al creador y principal impulsor del Centro de Asistencia, sino al auténtico reformador del mutualismo médico en el Uruguay.
El Centro de Asistencia es y seguirá siendo uno de los símbolos de esa reforma, que perpetuarán su nombre y que se irán multiplicando por todos los ámbitos del país, como las escuelas perpetuarán y enaltecen la obra de José Pedro Varela."
Testimonio de Juan Edmundo Miller
Juan Edmundo Miller fue el primer Administrador del Centro de Asistencia, a quien propusiera Fosalba en los primeros momentos. El estuvo hondamente comprometido en el arranque de esta experiencia romántica. Miller, que tuvo dilatada gestión en el Centro de Asistencia, fue más tarde periodista radial, conocido por su Movimiento de la Juventud Agraria que durante años difundió Radio Carve. Por la cercanía que tuvo a Fosalba en esos años primeros, es digna de ser conocida su Oración pronunciada a pedido de amigos del Doctor Fosalba y en delegación de los funcionarios administrativos del Centro de Asistencia en el acto del sepelio (81):
"Despedimos la frágil armadura física del maestro joven. Vivió cinco años más que José Pedro Varela y treinta y ocho menos que Domingo Faustino Sarmiento. Como al debilucho poeta de los niños y al temible león de los tiranos, despedimos a éste -a Carlos María Fosalba- entre la majestad de su gloria.
A los grandes espíritus, a los cerebros privilegiados, hay que medirlos por lo alto, hacia lo lejos, en perspectiva, como a las montañas, para descubrir su belleza.
El era un bello espíritu y era una gran idea.
Delgadito y friolento, como Erasmo de Rotterdam, tenía un cerebro vigoroso y cálido como el de la Reforma. Que él también, con su bello espíritu y su idea tensa y vibrante, lucía perfiles de gran Reformador.
No era político y era estadista. Era médico y pudo ser un gran Ministro de Hacienda. No escribió libros y era un gran escritor. No fue parlamentario y era un insigne polemista.
Elevemos la mirada para admirar su imagen.
Yo no vengo a llorar ante su tumba; no desearía hoy llorar ante su tumba. Yo desearía cantarle, porque él era un romántico que gustaba recitar a Rubén Darío, con todo el pecho, frente al mar, como si en el verso musical, sonoro, fino, encontrara inspiración o efecto para pulir y aclarar, robustecer y afianzar, el torrente de ideas generosas que brotaban del manantial inagotable de su mente.
Para cantarle hay tiempo, todos los días futuros, a este joven maestro de alma transparente y psicología sencilla para los que supimos, o pudimos, vivir junto a su corazón. Hay tiempo para cantarle o esbozarle una página, un ensayo biográfico, cuyo esquema él mismo dibujó con la doctrina sindical que insensiblemente, imperceptiblemente, democráticamente, infiltró en un gremio y que, desbordando los cauces universitarios, impregnó otros climas y está cuajando en promisorias realidades.
Nuestra misión es saludarle en su nuevo viaje, hacia lo ignoto, hacia la eternidad, más no el adiós de investidura, sino el de compañero, camarada, amigo que era para nosotros, a veces un poco el padrecito consejero y, a veces, cuando cobraba formas graves -nunca solemnes- era el buen abuelito rezongón. ¿Y por qué le queríamos?
Es un sector el nuestro, el de los funcionarios administrativos, el de los cobradores, el de los enfermeros, de fisonomía no siempre fácil de comprender, si no se tiene la noción exacta de los planos de cultura y el sentido cabal y sereno de un engranaje ajeno a la Facultad de Medicina.
Pero este maestro joven -de un coraje civil e independencia de carácter, tan singular y austero que, siendo anárquico, proclama, y defiende y justifica su enorme admiración por Winston Churchill- asombra por su comprensión de todo lo individual y colectivo, y su presencia en cada rincón del Instituto que él concibió, y alentó, y orientó, no asalta el ánimo de recelos, ni siembra dudas, ni produce temores. ¡Ah!... por lo contrario, su pasaje fugaz -Fosalba era un relámpago-, su pasaje fugaz por los ambientes parece que dejara embalsamado un himno de esperanzas. Era franco, sincero, afirmativo y veraz. A veces lastimaba. Pero no hacía sangrar. El reto al amor propio del prójimo era la lección, era la enseñanza.
El herido sin sangre estaba aprendiendo. Deja muchos discípulos.
Poseía, en alto grado, la emoción de la solidaridad y la justicia. Era un gran demócrata que, como José Ingenieros, se irritaba ante la mediocridad acomodaticia, que pretende rectorado, y ante la demagogia enfermiza y disolvente.
Maestro joven; amigo; compañero: Un día escribiste las siguientes palabras en la tapa de un libro que yo mantengo siempre muy cerca de la almohada:
"Hoy, 5 de setiembre de 1937, a las 19 y 37 minutos, yo, Carlos María Fosalba, juro por mi voluntad -que robusteceré todos los días-, hacer del optimismo un credo y del esfuerzo fecundo el sol que alumbrará sin intermitencias los días perennes de mi existencia. Y si una duda aflora a mi espíritu, la clara luz de mi voluntad la transformará de inmediato en una rotunda afirmación.- FOSALBA."
Eso eras tú; eso eres tú, Fosalba, Carlos María, hermano en el espíritu."
Testimonio del Dr. José B. Gomensoro
En abril de 1946 se publicaba el N° 50 de ACCION SINDICAL, bajo la dirección del Dr. José B.Gomensoro. Gomensoro había recorrido el camino de Fosalba, en la A.E.M. había desempeñado diversas posiciones y había sido Director de EL ESTUDIANTE LIBRE, en una época en que ya colaboraba como asiduo redactor de ACCION SINDICAL.
Pero Gomensoro, que habría de seguir también los pasos de Fosalba en la orientación docente de su carrera médica, pasando por la Clínica Médica y consagrándose al Instituto de Neurología en el que alcanzaría un lugar destacadísimo, compartía con Fosalba otras inquietudes culturales y sociales. Fue a integrar las Brigadas Internacionales que combatieron en la Guerra de España junto con otros entrañables amigos: el Dr. Virgilio Bottero y don Roberto Cotelo.
Veamos cómo dedica ese número 50 de ACCION SINDICAL, que estaba destinado a ser uno especial de celebración de la publicación, a homenajear la obra de Fosalba, que fallece inesperadamente el 29 de marzo. Este es su Editorial (82):
"Recuperado nuestro equilibrio perdido, encauzadas nuestras emociones perturbadas hasta lo más hondo, de nuevo bregando en la realidad de nuestro vivir cotidiano, pronto notamos la angustia de la falta del enardecido combatiente y comprendimos que un inmediato homenaje debiera recibir nuestro amigo y compañero de lucha, y él tenía que provenir, en primer término, del órgano periodístico que él mismo ideó y orientó, al cual tenía entrañable cariño y donde volcó muchas de sus energías y su garra de periodista.
Debía de ser así. Y en este número de ACCION SINDICAL, dedicado enteramente a Fosalba, va su propia obra escrita y llenan sus páginas las expresiones de amargura y de dolor, de la sorpresa e irritación que su absurda desaparición provocara en todo el país.
Afirmamos que esta publicación va rectamente a la esencia misma de la personalidad de Carlos María Fosalba. Su brillante talento multidotado le permitió ocupar siempre la primera fila en todos los ambientes donde actuara. Fue médico, docente, sociólogo, periodista, polemista, dirigente gremial, administrador y organizador. Pero nada supera a sus escritos y a su habilidad de polemista. Están en ellos todas sus aptitudes reunidas, su idealismo, su pureza y su generosidad, su admirable claridad, la nítida visión de los problemas y sus planteamientos y soluciones, su enardecida e inagotable pasión, su vehemencia, valentía y sinceridad.
Trató temas variadísimos con singular capacidad. Desde cuestiones de índole específica -técnicas y gremiales- reproducidos en obras médico-sociales de Sudamérica, hasta reflexiones de carácter moral, sociológico y literario, encumbrándose sus características y su estilo en el admirable análisis que reiteradas veces hiciera de los valores morales y psicológicos del médico y del estudiante, y en su hermoso artículo sobre el genio de Charles Chaplin que tanto admirara.
Creemos de este modo responder a la natural satisfacción que este homenaje le hubiera producido y a la necesidad en que nos vemos sus amigos de difundir su obra excepcional y sus raras virtudes gastadas hasta el sacrificio por la superación de la clase médica.
Apreciamos que la idea madre de toda la obra colectiva y social de Fosalba radica en su estimación precisa de los valores del individuo; creyó y bregó por la confianza que el médico debe tener en sí mismo, alentando a la unidad de nuestras colectividades actuales a construír su propia obra específica. Son los médicos mismos quienes deben orientar y dirigir sus realizaciones sociales. Y de extenderse esta estimación de valores a todas las demás colectividades, estimuladas a efectuar cada una su propia tarea en las esferas parciales de su particular competencia, habrá de surgir seguramente un porvenir de saludables proyecciones de justicia social.
Nadie como él luchó y bregó tanto por la dignificación y la liberación del médico, en última instancia del Hombre. Tenía una fe profundísima en los valores morales y en el rendimiento práctico del hombre libre.
En esta labor ininterrumpida desde su adolescencia buscó afanosamente de armonizar el respeto y las libertades individuales con los derechos inalienables de la colectividad, comprendiendo que sólo la consideración de ambos puede mejorar el futuro social.
De ahí su gremialismo por razón y por pasión, de ahí que entregara sus energías en el Sindicato Médico a una labor constructiva, ideando la creación del Centro de Asistencia.
Pronto llegó a ser el más capaz de todos nosotros. Irradiaba dinamismo, era convincente y animador, contagiaba esas virtudes a su alrededor. Fue dirigente y orientador, por sus naturales condiciones para la acción.
Por ello nuestra amargura, nuestra resistencia a aceptar su cruel desaparición, nuestra irritación mismo por el absurdo destino que elige torpemente a veces los mejores valores, en plena maduración y perfeccionamiento, con un futuro que no podemos ahora calcular, quitándonos al imprescindible amigo y compañero de trabajo en la obra emprendida."