Ensayo sobre el pensamiento del Dr. Carlos María Fosalba en las postrimerías del siglo XX

ANEXO IV

ENTREVISTA CON LA SRA. EMMA CAMMARANO DE FOSALBA

Realizado por el Dr. Antonio L. Turnes el 29.10.1996

Cuando elaborábamos con el Dr. Juan Ignacio Gil este trabajo, tuvimos la intención de buscar a la viuda de Carlos María Fosalba, que sabíamos vivía en Montevideo, para cotejar con ella informaciones y referencias. Lamentablemente se había mudado y tardamos cierto tiempo en dar con su nueva residencia. Hablamos telefónicamente una mañana con ella, y estuvo de inmediato dispuesta a recibimos. Pero cuando eso ocurrió, ya estábamos al borde de la fecha de cierre del llamado, y tuvimos que apurar el paso para llegar con nuestro trabajo en fecha, difiriendo para un momento posterior la realización de la entrevista. Finalmente, una tarde primaveral, al caer el sol, me recibió en su apartamento de Mercedes y Ejido. Lucía una persona mayor, con una elegancia poco usual. Vestida impecablemente con un vestido rojo con vivos negros, un peinado perfecto y grandes zapatos de charol de largos tacos, se desplazaba y actuaba con naturalidad de una forma que nada permitía sospechar su edad auténtica. Nos atendió con gran cordialidad, aportando con excelente memoria y muy buen humor, relatos, hechos y anécdotas, que ayudan a situar mejor al hombre, su época y su entorno. Veamos lo que fue esa entrevista, de poco menos de una hora, en la que derramó tantos recuerdos.

Una de las noticias que tenemos de Fosalba, fue un artículo que escribió el Dr. José B. Gomensoro, ya muy mayor, para un libro que editó el Dr. Horacio Gutiérrez Blanco, denominado Médicos uruguayos ejemplares. Entonces Gomensoro, retomando cosas hechas muchos años antes, y algunos recuerdos que de pronto se le habían borrado un poco, decía que Fosalba había nacido en Lavalleja, que tenía tres hermanos, uno mellizo médico y el otro ingeniero.

Fosalba tenía ocho hermanos, uno de ellos fue estudiante de medicina, y practicante del CASMU. *

Después consultando otra fuente, la lista de egresados de la Facultad de Medicina, encontramos allí tres Fosalba: uno que es Carlos María, de apellido materno Arroyo, graduado en noviembre de 1933. Y había otros dos Fosalba, sin segundo apellido, que habían revalidado en el año 1930, el mismo día. En esa conversación telefónica mantenida con el Dr. Juan Ignacio Gil, usted le dijo que eran éstos dos primos de Carlos María, que vinieron del Perú y revalidaron sus títulos en nuestra Facultad.

Habían cumplido una función en Perú y luego regresaron. Hay un Fosalba que también es veterinario.

Usted está magnífica. No podía creer, cuando la vi aparecer en la puerta del ascensor, esa imagen, tan parecida a aquella dama que conocí más de treinta años atrás, cuando era funcionaria del CASMU, siempre con impecable túnica blanca muy almidonada, su peinado y su aspecto, tan respetada por todos.

Esos dos médicos eran primos de Fosalba que vinieron de Perú, revalidaron, y estuvieron en Colonia mucho tiempo. Eran dos hermanos primos de él.

Quisiera que nos hablara acerca de la familia de Fosalba.

La familia de Fosalba fue una familia de excepción. Fue una familia encantadora. Los abuelos eran españoles. Sus padres eran de acá. Tenían una unidad, un amor, una ternura, con las tías y la madre, que usted no puede imaginar.

¿Qué hacían los padres?

El padre tenía tienda en Minas, y después tuvieron en Florida. El padre falleció joven, de una neumonía, porque desgraciadamente no había penicilina en aquella época.

¿La madre era ciega?

No. La madre no era ciega, tenía glaucoma. Era una señora adorable y Carlos María la adoraba. Tenía devoción por la madre, las tías, las hermanas. Por ejemplo, los domingos, en los almuerzos, o alguna cena, era un debate aquella mesa. Porque venía gente joven y hablaban de política, de arte, de literatura, de filosofía, de todo. Se discutía, y era una familia muy unida, para tener en cuenta.
Eran ocho hermanos. Hubo otro hermano que estuvo en Minas, agrimensor, ya fallecido. Una hermana fue profesora en San Ramón. Dos, que fueron maestras. Otra, que era además profesora de francés. Allí se hablaba de libros, de teatro, de política. Ni qué decir la inteligencia del hermano ingeniero. Si mi marido era inteligente, el otro más todavía. Eso se le nota en los escritos y en todo lo que hizo, una gran cultura. Además, Carlos María tenía un don de palabra, que cuando quería convencer a uno lo convencía. Su decir era algo extraordinario. Siempre sacaba argumentos.

¿Cómo lo conoció usted?

Si le digo cómo lo conocí, se va a reír. Yo no sabía que existía el tal Fosalba. Conocía a Juan Carlos yo, porque él estudiaba medicina con mi hermano. Era el mellizo de Carlos María. Y Juan Carlos se veía con él en el hospital. Nosotros íbamos a un club, y en unos carnavales dijo mi hermano: «Vamos a llevar a mamá a la Asociación de los Estudiantes de Medicina, ve el desfile, y después nosotros nos mandamos a mudar... Estaba en Yaguarón y 18 de Julio. 
Entonces uno se me acerca -mientras veíamos el desfile- y me dice: «¿Cómo le va, tanto tiempo que no la veo?». Y yo me quedé mirándolo y le digo: «Yo no lo conozco, pero me va muy bien». «Ya veo que le va muy bien. Pero yo la conozco a usted mucho» 
Usted sabe que me describió el modelo que yo llevaba, cómo estaba peinada, y yo me quedé de boca abierta. «¿Y quién es usted?», le pregunté.  «Yo soy Fosalba» «Pero yo conozco a un Fosalba, ¿cuál es usted?» «Es mi hermano que también es estudiante de medicina»
Después mi mamá me decía: «¡Qué milagro que estás tan arrinconada ahí!», porque yo era muy de andar para aquí y para allá... Y cuando salimos yo le dije a mi mamá: «Con este yo me voy a casar...»

¡Qué ojo! ¡Qué ojo tuvo él!

El era estudiante, iba al Pedro Visca, estaba haciendo Pediatría. Era Practicante Interno. El ómnibus pasaba por la calle Cerro Largo, y nosotros vivíamos en una casa casi Tacuarembó, y a la hora que él pasaba lo esperaba en el balcón. Así que mire, fue una cosa que hasta en mi casa llamó la atención. Sería por el año 1932, cuando yo iba al liceo.

¿Y en qué año se casaron ustedes?

Tuvimos varios años de amores, porque además eso, los noviazgos eran muy largos. Si no también que estaba la carrera de él. Sostenía: «¿Cómo voy a vivir cuando yo me reciba, porque hay competencia, hay que luchar, tener algo?». Y claro, yo no estaba acostumbrada a que me faltara nada en mi casa. Fui la única mujer y tres varones y estaba muy bien en mi casa. Así que tampoco él quería ir a vivir a mi casa. Tampoco mi madre y mis hermanos querían que fuera a vivir allí. Dijeron: «¡Qué esperanza!». No quisieron saber de nada.

¿En qué año se casaron?

Nos casamos el 20 de diciembre de 1943.

Pero entonces era casi Profesor Agregado. Había hecho toda la carrera, el concurso de Agregatura.

Sí, había hecho toda la carrera. Mire, a mí me gustaba abogacía, porque siempre defendí la gente. Pero me dijo: «No sigas abogacía, andá a aprender idiomas, porque a mí no me gusta». Así que aprendí taquigrafía, dactilografía y tres idiomas. Y entonces, quiera o no quiera había hecho en el Anglo el primer año. Me dijo: «Ponéte un profesor y después da examen». Eso era en diciembre. En marzo estaba dando segundo año y entraba en tercero. Y en tercero, a mitad de año, tenía que ir a la casa todos los días, a leerle en inglés. Para esto, me hacía un diagrama de lo que íbamos a leer, y después yo tenía que pasárselo en taquigrafía en castellano para preparar todo el concurso.

Usted recuerda el origen del Centro de Asistencia. Porque el Centro de Asistencia surgió por una idea de Fosalba.

Cuando él falleció quería irse a Estados Unidos a hacer un curso de Neurocirugía allá.
El comienzo del Centro de Asistencia lo motivó mucho. Tenía un gran ardor por esa idea extraordinaria.
El decía: «Vos me vas a dar un hijo, pero yo ya di un hijo al país».

Fue muy valorado por los contemporáneos.

Es cierto. Fíjese que en el Centro de Asistencia, hace un tiempo yo estaba en la cola y pensé: ¡Cómo voy a hacer esta cola, si conozco tanta gente! ¡Voy allá con las muchachas, que todas me conocen! Entonces apareció una muchacha que me dijo: «Usted vaya a la cola!». «Si vengo acá es porque tengo cierto derecho. Averigüe primero.» «Vaya a la cola», repitió. «¿Dónde está el Jefe? -pregunté- o Quiero hablar con alguien superior a usted.» «¿Y usted quién es?» «Soy la señora de Fosalba», le dije. «¿Y quién era Fosalba?» Yo le dije: «Usted está trabajando gracias a él, y usted no lo conoce». Y entonces me dijo: «Disculpe, señora». El Sindicato no ha sabido nunca ubicar a sus empleados. Desgraciadamente.
Por de pronto, yo dije una vez, aquí hace falta un psicólogo, para entrar la gente, para seleccionar al personal, para que esté capacitado en esto. Usted les manda hacer un archivo y no les gusta, no rinden. Pero nunca lo hizo. y ahora tampoco. El Sindicato está mal porque está mal administrado.

¿Qué opina usted acerca de qué pensaría Fosalba si viera el estado actual del Centro de Asistencia?

Lo quema, lo quema. Yo salí de ahí, cuando vinieron los militares, me fui enseguida. Me decían: «¿Y usted no volvería?» Y yo les dije: «No» Lo que me gustaría hacer es quemar esto y hacer todo de nuevo. Hay politiquería. Hay gente que está de más ahí.

Fosalba quiso cambiar el mutualismo, y el Centro de Asistencia fue para eso, para cambiarlo.

Ahí está.

¿Y usted no cree que lo consiguió, que el mutualismo de hoy es muy diferente al que conoció Fosalba, contra el que se rebeló, el mal mutualismo, que explotaba a los pacientes y maltrataba a los médicos?

Sí, sí.

¿Usted recuerda la historia de cuando le fueron a pedir Fosalba, Raggio, Guaglianone y Ledesma, un empleo como médicos suplentes o un aumento de sueldo, a un señor Golino que era el dueño de la Médica Uruguaya?

Sí, yo lo conozco.

Y que les dijo que no les daba lo que le iban a pedir, el puesto o el aumento, porque tenía muchos médicos para ocupar esos puestos.

En realidad el Sindicato ha explotado a los médicos siempre, con sus bajos sueldos, y muy bajas órdenes. Si ahora están un poco mal las finanzas, es porque el médico ha querido y ha tenido el lugar que merece.

¿Usted no cree que hubo dificultades antes, porque en la época de Fosalba, buscando atrás en la historia, aparecen al año, año y medio de la fundación, cuando ya tenían que pedirle a algún genio del Banco República que viniera, para ver cómo encaraban las finanzas? Pero aquella gente era toda gente de pro, de una honestidad acrisolada...

No, eso era indiscutible, pero estaba mal administrado.

¿En aquella época también?

Mire, cuando yo estuve, los laboratorios mandaban las cuentas. Una vez fui a ver a Grille y le dije: «Pero dígame doctor Grille, son cuentas y cuentas que nadie ve ni revisa». «Pero para eso tendríamos que tener...» «¿Y usted no cree que ganaríamos teniendo una sección que revisara todo eso?» Se paga cualquier cosa, se enriquecieron los laboratorios. Jamás se comprobó nada. No, está mal administrado, yo lo encontré siempre mal administrado.

Fosalba tuvo una especial dedicación por los problemas sociales.

Decían muchos que era un sociólogo de la medicina. Y en realidad tenía una capacidad de análisis como muy pocos médicos en el continente lograron. Su pensamiento trascendió fronteras. Era muy apreciado en Argentina, Brasil y otros lugares de América Latina donde habían llegado sus ideas y los había contagiado. Era muy respetado. Y alguno de esos médicos vinieron después de su muerte a homenajear a Fosalba, como el Dr. Juan Lazarte, de Argentina.

Sí, él tenía muchos trabajos. ¿Usted se acuerda de Pablo Fasulo? Fasulo, un día, algo sobre Chaplin que había escrito Fosalba me lo pidió. y me dijo: «Mirá, traéme todo lo que tengas». Yo le traje una carpeta gorda así, con todo lo que tenía. Y entonces me dijo: «Mirá, Emma. Tú no tenés hijos, no tenés nada, y esto quién sabe donde va a rodar. ¿Por qué no lo dejás para el Sindicato? Yo lo voy a dejar acá porque esto tiene que quedar para el Sindicato, tienes que dejarlo».

Habrá que seguirle la pista a eso... ¿Cómo fue la enfermedad de él? Era un hombre joven, de 39 años.

Tenía treinta y ocho cuando murió...

¿Sufría de la vesícula?

Sí, era delicado para las comidas. No era comilón ni nada, ni le gustaba una comida recalentada. Pero después de un tiempo empezó a sentir algo de dolor, sobre todo cuando manejaba. Y un poco era culpa mía, porque yo era bastante exuberante, andaba en bicicleta, en la playa, en bailes, y claro, no me podía seguir el tren. Ahora que soy más vieja, me doy cuenta también. En aquel entonces era un remolino siempre. Una vez estábamos en Carrasco, y me dijo: «Vamos a Carrasco a pasar una temporada.». Yo lo notaba triste. Y me dice «No voy a tener más remedio que operarme. Voy a ir a Armand Ugón». y yo era contraria a Armand Ugón, quería que fuera a Larghero, que venía de Estados Unidos con lo último, un muchacho joven, con un dinamismo, una cosa espléndida... «Claro, tú siempre moderna. Pero si es una eminencia.» Estaba encaprichado, encaprichado... Y además, como tenía la idea de hacer el curso en Estados Unidos, yo le decía: «y para qué te vas a operar acá, operate en Estados Unidos, allá tenés de todo».

Era una operación sencilla para lo que es hoy día...

Él estuvo bien los dos o tres primeros días, pero después empezó que le dolía, le dolía. Y vino Armand Ugón y dijo: «Que no, que es usted que lo tiene mimoso». No, no, no, él no era de quejarse... Estaba equivocado. Cuando lo operaron ya no había nada que hacerle. Larghero le hubiera hecho un lavaje en los intestinos, y eso lo hubiera salvado. Eso era lo que necesitaba Fosalba. Que lo agarraran cuando él empezó a decir que se sentía mal. Y él mismo estaba ofuscado, porque no se daba cuenta de por qué le venía eso, que fue de repente. Desgraciadamente fue una peritonitis...

¿ Cómo piensa que ha evolucionado el Centro de Asistencia, de acuerdo con la idea que tuvo Fosalba?

En varias cosas, yo creo. Hay mucha política, empezando por eso.

Pero digamos, numéricamente, pasó de ser un servicio muy reducido, cuando abrió, de tres mil abonados, y ahora tiene 280 mil. ¿ No ha traído un poco de desorden ese crecimiento?

Pero doctor, no me hable, esos de la estiba, lo que eran. Por ejemplo, ¿usted se acuerda del Dr. Joaquín Purcallas?

Sí, claro...

Yo le decía: «Dr. Purcallas, lo primero se lo digo como cualquier abonada. Si estoy enferma, no me gusta que haya nadie compartiendo mi lugar. Ponga un peso. La persona que puede pagar, lo paga, y no hay desmedro para los demás abonados». «¡Ah no, no!», me respondió. «Vos no sos socialista como era tu marido. Tu marido dijo: dos camas.» «Mi marido nunca dijo 'dos camas', no dijo nada de eso.» Nunca quiso Purcallas. Pero la estiba y las afiliaciones colectivas fueron los que echaron abajo al Sindicato. Y le digo, los otros días fui a la Clínica que compró ahora la Española en la calle Libertad, yo me preguntaba cómo es que el Sindicato que antes tenía todos los pintores, que se pintaba todo, ahora no hay nada de eso. No tienen colchas, no tienen frazadas. Pero ¿qué es eso? A mí vino a verme una delegación de mujeres que querían que los abonados tuvieran voz y voto...

Ese es un lindo tema. ¿ Por qué no estuvieron los abonados representados en la Junta Directiva?

Nunca lo discutí con Fosalba. Nunca estuvieron representados, y nunca le pregunté. Tal era la fe que tenía en Fosalba, que nunca le pregunté por qué no estaban los abonados. Yo no conozco a la persona que me habló por teléfono. Me dijo: «Señora, le vamos a pedir un favor. ¿Los Estatutos del Sindicato no pueden cambiarse?» Yo le respondí: «No pueden cambiarse, es una cosa larga, va a costar un poco de trabajo». «No -me dijo- los abonados tienen que tener representación, como en las otras mutualistas». Y hay mucha gente, desgraciadamente. En este momento que están haciendo un homenaje a Fosalba, debían pensar en un premio para los pobres jubilados que están pagando la cuota y se asisten en los hospitales, porque no tienen para los tiques y los medicamentos. ¿Por qué no se busca una fórmula para que el que no gastó, el que no usó el médico, reciba un premio, hacer algo por los jubilados? Y a veces, cuando me llaman, yo le digo a la muchacha: «Decíle que no estoy». .
Pero eso se debería hacer ahora. Los médicos debían de hacerlo. Eso es una cosa que tiene que ser, porque qué hace un jubilado con 1.500 pesos. Yo voy a una farmacia a veces a comprar algo, y oigo que dicen: «Vengo a repetir el remedio si usted me lo da, hasta que cobre la jubilación». ¿Y para qué están en el Sindicato? Otra cosa, ¿no se pueden hacer medicamentos en el Sindicato, o sacaron todo? ¿No hacen nada, compran todo? Esos de los laboratorios se están enriqueciendo, y ustedes trabajando... Tendrían que hacer algo.

Es un tema complejo.

Además otra cosa: ¿cuánto dura la orden? Porque yo soy honoraria y nunca voy al médico.

Dura diez días.

Antes duraba veinte.

Usted, ¿en qué año entró a trabajar en el Centro de Asistencia?

Yo entré en el '60. Y también entré por lo que pudiera ocurrir. Mi familia estaba bastante bien, tenía propiedades y todo eso. Pero cuando llegó esa época rentaban poquísimo las casas. Y yo dije: me quiero emplear. Y mis hermanos: «Mirá, estás loca vos». No no estoy loca. Me quiero emplear. Entonces un día me llaman por teléfono y me dicen: «¿Usted no querría trabajar con nosotros?» Y yo encantada. Estaba una prima de Fosalba en el Sindicato, y yo la encontré en casa de las hermanas de Fosalba. Yo enseguida fui a la casa de las hermanas y les dije: «Miren, me dijeron esto y yo voy a aceptar». Y me dijeron: «¿Pero vas contra el Sindicato?» No, yo no voy contra el Sindicato. Al otro día me llamaron del Sindicato. Y le tuve mucho cariño y mucho respeto al Dr. Alberto Grille, que me ha tratado siempre con una altura...

Pero el grupo de funcionarios y médicos era muy abigarrado, muy hermanado, tuvo un gran compromiso con el Centro de Asistencia, y eso se ha agotado un poco por el crecimiento y el desconocimiento.

Sí, sí, sí... No hay unión. Las familias ya no viven como antes. Ahora todos están preocupados por cuánto dinero pueden sacar. Yo tengo muy pocas amistades, pero son firmes. Si pasa algo... Yo ya no tengo familia, tengo un hermano solo, nada más. Pero si pasa algo, si le pasaba algo a uno, éramos todos a ayudar, a salir del pozo en seguida. Pero ahora no. Hay una competencia, una rivalidad, por el coche, por esto, por lo otro, se vive en una vorágine. Es horrible cómo se vive ahora.
Yo reconozco que los pobres médicos tienen que mantener un auto, un consultorio, el estatus, porque el médico tampoco puede estar de cualquier manera, tiene que estar vestido bien presentado.

Y eso también se ha perdido. Usted ahora ve a médicos mal vestidos, con vaqueros, de championes, de cualquier manera, sucios y barbudos...

Se ha cambiado mucho...

Fosalba en el Sindicato Médico tuvo muy pocos cargos. Él fue Secretario del Comité Ejecutivo, fue redactor y Director de Acción Sindical. Pero en el Centro de Asistencia no tuvo cargos... no fue Presidente, ni nada.

No, porque estaba estudiando. No podía perder tanto tiempo.

¿ Y él alguna vez pidió al Sindicato algún sueldo por hacer lo que hacía? Porque hizo todo, y lo hizo todo grande. ¿No pidió una compensación nunca por el tiempo que dedicaba?

No, no. A mí, cuando falleció Fosalba, la Junta de aquellos años, me mandó una pensión. A lo cual yo respondí que no, que eso era ofender a mi marido. Yo era joven y estaba bien, y podía desempeñarme de cualquier forma. Un puesto sí, pero aceptar eso no, no lo acepté.

¿ No fue el Parlamento el que le votó una pensión? Porque el Dr. José Pedro Cardoso hizo una proposición en aquellos años.

Sí. Yo lo conozco a Cardoso.

Lo quería mucho a Fosalba...

Sí, por eso le digo. Era un grupo de gente especial, que no se encuentra ahora. Yo misma me digo, como esa gente de antes no se encuentra ahora. Será que yo estoy medio vieja ya...

Era gente muy respetable...

En ese sentido nunca pidió nada. Ni lo hubiera aceptado, tampoco.

¿ Y de qué vivía Fosalba, de los cargos que tenía en la Facultad de Medicina? ¿ Tenía consultorio particular?

Sí, Y trabajaba bastante bien. Estaba trabajando muy bien.

Él vivía en la calle General Flores.

Sí, y después se mudaron para la calle Andes, acá.

¿ Y era hincha de Sud América?

No, ése era Juan Carlos. Era peñarolense.

Muy bueno... ¿Qué recuerdos pudo recoger usted de su trato con Fosalba, de haber compartido tantas horas de su vida y de trabajo para preparar concursos. De su época de estudiante? Porque él venía del interior, y en aquellos tiempos los muchachos que venían del interior vivían en una pensión...

Sí, pero Fosalba vino con su familia. Él no vivió en una pensión. Nunca estuvo en una pensión.

Así, que quienes eran españoles eran los abuelos de Fosalba, no los padres.

Sí, una cuñada, la casada con un hermano que estaba en Minas, en Barcelona fue a ver a unos Fosalba, que son de allí.

¿ Usted estuvo en España, doña Emma?

Sí, yo he viajado bastante.

¿ y ha recorrido esas tierras de los Fosalba?

No, allí no fui. Porque eso fue posterior. Mi cuñada tiene una hija casada, que está en Barcelona, de apellido Fosalba. Y cuando fue, vio en un diario que había otros Fosalba allí. Nosotros siempre quisimos ir con Fosalba a conocer.

Él tenía una gran sensibilidad por España.

Sí, él decía que lo bueno mío era que yo descendía de catalanes, mi padre era italiano, Cammarano, y mi madre provenía de catalanes, Blasó. ¡Qué entrevero!, ¿no? Además Fosalba era muy severo con las cosas que no le gustaban, o actitudes que usted tuviera. Y se lo recalcaba muy bien. Le gustaban las cosas muy derechas, ni mentiras, ni esto, ni lo otro. Nada. Le cuento una anécdota que se va a matar de risa. Cuando él estaba enfermo, me decía el doctor hágale un puré de bananas que lo alimenta, para que no se debilite. Y entonces no había nada por acá. Entonces, cuando él se iba a trabajar, a las dos y media, me dice: «¿Vas a salir?». Yo le decía siempre que no. No sé si vaya salir o no. Ese día yo tomé un ómnibus para ir a Pocitos, porque me habían dicho que allá había bananas. ¿Y qué hizo? Me siguió con el auto. Yo voy al puesto a comprar las bananas, y cuando salgo lo encuentro. «¿Qué estás haciendo por acá? Te venía siguiendo.» «Venía a comprarte las bananas.» Y ese día no fue a trabajar, porque me dijo: «Te debo algo, nos vamos a pasear, porque yo estuve mal, estuve desconfiado». «¿Y por qué no me lo dijiste?» «Porque no lo pensé en ese momento.» Ese día estuvo divino. Lo que menos me había imaginado era que había dejado de ir a la consulta y había ido a seguirme a mí...

Lo que son los celos y el amor.

Siempre me llevé muy bien con Fosalba, muy bien. A veces se ponía gritón. Pero yo lo curé poco a poco. Cuando gritaba, yo esperaba y después le decía: «¿Terminaste querido?». Y el respondía: «Yo preferiría que me dijeras una mala palabra, y no eso de 'terminaste, querido'». Y yo le dije: «Mirá, cuando un matrimonio se falta el respeto, se termina todo. Y a mí pelear me hace un mal horrible. Así que si querés discutir este tema, los dos serenos y bien. Entonces sí». Y después tengo otra del Sindicato. ¿Usted conoció a Miguelito Álvarez?

No recuerdo.

Era un muchacho que se había relacionado con Cotelo, y habían formado una comandita con Raggio, con esto y con lo otro. Este muchacho era cajero, y ganaba cien pesos, nada más. Y se había ennoviado con una sobrina de MiIler (Juan Edmundo). Entonces fuimos a las carreras, porque a Fosalba le gustaban mucho las carreras. Le gustaban porque tomaba aire y pasábamos toda la tarde.

¿Le gustaba jugar a las carreras?

Sí, jugaba. Pero le gustaba porque además tomaba sol, y tenía varios amigos ahí. Y un día me dice, estando allí: «Miguelito ganó». Bueno, llevame un día que esté Miguelito, y me vaya jugar unos pesos, le dije. Y fuimos. Yo le dije: «Miguelito, espero sus datos». No ganamos nada. Y él me dijo: «Ah, Emma, me trajo mala suerte». Y a mí me dio rabia ya... Y yo le digo: «Usted que tiene tanta buena suerte... Carlos María no juega como usted. ¿Por qué no le dice?» «¡Ah no, es una cuestión personal. Cuando a uno le viene eso, tiene que ir, jugar y se acabó.» Bueno, estaba de novio con la sobrina de MiIler, y le compra un anillo de brillantes. Con un brillante. Yo estaba manejando la casa, y me puse a pensar. Con cien pesos tiene que ayudar a la familia, y anda aquí y allá. Éste está en la caja y algo hace en la caja. A los días viene Fosalba y me dice: «Vamos a ir a una cena de no sé qué, con Miguelito». Y yo le digo: «y de dónde saca la plata Miguelito para ir a la cena. ¿Vos no te das cuenta que este hombre está haciendo algo malo en la caja?». ¡Ah! ¡Para qué se lo dije!  «Como buena mujer lengua larga, esto y lo otro.» Cerró la puerta y se mandó mudar. Cuando vino me dijo: «Mirá, no quiero peleas, eh, pero cuidate muy bien de hablarme de esa persona». No dije más nada, me callé la boca. Pero pensé que algo andaba mal en la caja. Y un día se había ido a Buenos Aires y se había llevado la llave de la caja. Nadie sabía lo que había y lo que dejaba de haber. Cuando volvió fue a agarrar al tonto de mi marido para ir con él y nadie le dijo nada porque era Fosalba. Yo enseguida agarré la onda. Tampoco hablé, no dije nada. Pero después del fallecimiento de Fosalba, un día viene el hermano, todo pálido, y me dice: «¡Ay Emma, no sabés lo que pasó! Miguelito!!» «Ah, Miguelito está estafando a la Caja hace mucho tiempo. Si tu hermano estuviera vivo, te diría lo que yo dije.» Tenía dos hermanas y la madre. Dígame. Porque los médicos son muy ingenuos y malos administradores. Muy ingenuos. Yo he notado, porque a veces venían con problemas. «Me pasa esto y lo otro.» Pero por favor, yo se lo vaya pedir. Vaya hablar allá. Y un día fui a hablar por Tost, que estaba haciendo la casa. Le fui a hablar a Raimunde. Y él me dijo: «No le vamos a dar nada». «Pero cómo no le vamos a dar nada, si Tost tiene un compromiso.» «De ninguna manera, dígale que no.» Yo sabía que él había tenido un préstamo de doscientos y tantos mil para la casa de él. Y yo me fui y no dije nada, porque no me conviene estar mal con la gente que estoy actuando. Entonces, al ratito viene uno de los muchachos y dice: «Pase el Dr. Tost, le dieron el dinero».

¿ Qué relación tenía Fosalba con la gente, con los funcionarios del Centro de Asistencia?

Muy buena.

Miller decía que «a veces nos rezongaba como un abuelito».

y bueno, rezongaba, cuando alguien no cumplía con algo, con la hora o con el trabajo.

Fosalba era muy exigente en el cumplimiento. Pero a la vez era cariñoso con la gente.

Sí. Yo tenía que tener todo hecho y ordenado.

¿ Usted, qué consejo le daría a la gente que dirige el Centro de Asistencia y el Sindicato Médico hoy?

Hoy, el Centro tiene que cambiar. En este momento en que hay mucha gente que está desconforme con el Sindicato. La clase media alta está desconforme con el Sindicato. Muy desconforme. Hay que buscar una manera, algo. El otro día, como yo le dije, cuando fui a la Española, me quedé con la boca abierta de lo que vi. Yo decía, si el Sindicato tuviera esta sala de recuperación (la casa de la calle Libertad). Vi muy pocos pacientes, para la cantidad de abonados que tiene. Habría siete u ocho pacientes. Y me llamó mucho la atención, que eso no era para todo el mundo. ¿No sabe nada usted?

No tengo noticias. Esa era una casa de un antiguo médico, el Dr. Domingo Pratt, que la heredaron sus hijos. Al principio la alquilaban para fiestas. Después la tomó la Española.

¡Si usted viera la atención de los médicos a los pacientes! Yo estuve con una amiga ahí, que le habían hecho una operación de cadera. Y yo como soy atrevida, le dije: «Si te levantás, dentro de un rato te van a venir con el andador». A los pocos minutos vinieron los médicos con el andador. Los médicos estuvieron trabajando continuamente con siete u ocho enfermos que había ahí.

Seguimos un rato con preguntas de ella sobre viejos funcionarios del Centro de Asistencia, algunos ya jubilados, otros todavía activos, inquiriendo sobre unos y otros. Cuando me despidió en la puerta, le comenté sobre su elegancia en el vestir y sobre todo de los tacos altos que me habían impresionado. «A F Fosalba le gustaba que siempre llevara tacos bien altos», me respondió.

La entrevista terminó entre risas y recuerdos. Sus opiniones pueden ser fuertes a veces, o sus juicios muy severos. En todo caso, fue su testimonio más auténtico. Tuve el privilegio de recoger en una grabación sus palabras, que a modo de síntesis muestran algunas facetas de Fosalba que no habíamos encontrado en ninguna parte. En algo menos de una hora se habían desgranado muchos instantes que nos permiten conocer otras características de nuestro personaje.

En el invierno siguiente, fallecía la compañera de Fosalba. Fue encontrada sin vida, en el mismo apartamento, varios días después de la fecha de ocurrir su deceso. Los médicos forenses determinaron que su fallecimiento se produjo el 9 de julio de 1997.


* Fueron ocho hermanos, todos ya fallecidos: Lamas Daniel (Piloto, le decían) el mayor, fue Agrimensor; Juan Carlos, mellizo de Carlos María; José Rafael, ingeniero, murió el 1.8.1996; Rosita; una hermana muerta en la infancia; dos hermanas, Coca y Mercedes. (Información obtenida por cortesía de Ana Marina Silvera, por mediación de la sobrina de Fosalba que reside en Barcelona.)

/