martes 3 de diciembre de 2019
Como cada 3 de diciembre celebramos el día de la profesión médica.
Este es un día en el que sentimos que los focos de los afectos nos apuntan y recibimos el reconocimiento por nuestro rol en la sociedad; algo tan gratificante como necesario para continuar.
La naturaleza profundamente humana de nuestra profesión nos hace convivir con el dolor y la muerte; también con la satisfacción y el éxito. Todo lo cargamos, llevamos la pesada mochila de nuestra responsabilidad en cada consulta. En el esfuerzo por aprender cada detalle, profundizar y actualizar el conocimiento o incorporar la última técnica es donde apuntamos nuestras energías.
Pero detrás de ello hay una preocupante realidad, que nunca debemos olvidar: somos la profesión con mayor tasa de suicidio en el mundo; tenemos alarmantes tasas de burn out, particularmente en los y las colegas más jóvenes; vivimos a diario la impotencia ante situaciones de vida que son claros determinantes sociales de la enfermedad, como está demostrado desde hace décadas.
No olvidemos la brutal inequidad de la distribución de la masa salarial, con grandes concentraciones en algunos pocos, y muchos para los que a pesar del título profesional solo perciben un salario apenas digno para sobrevivir.
No olvidemos tampoco que aún existen grandes inequidades de género, desde el acceso a cargos de relevancia hasta la retribución significativamente menor.
No olvidemos levantar la mirada del último artículo de la mejor revista científica de nuestra especialidad para ver a nuestro alrededor: a los ojos de nuestros pacientes, a sus familias, a la sociedad, a nuestras familias víctimas de esta vorágine, a nosotros mismos. Todo reclama mucha más atención de la que le brindamos.
No olvidemos nuestra responsabilidad como protagonistas de un sistema de salud que debe asegurar y respetar derechos. Ese es nuestro principal mandato ético.
Salud, colegas. Por todo lo que nos une, pero sobre todo por todo lo que nos falta.
Dr. Gustavo Grecco.