¿“Medicalizar” es bueno o malo para la sociedad?

martes 21 de julio de 2015

La doctora argentina María Noble estuvo en Montevideo, invitada por el Ministerio de Salud Pública (MSP) y el Fondo Nacional de Recursos (FNR), para explicar sobre los pros y contras de la «prescripción conservadora».

«En la sociedad se piensa que es mejor prevenir que curar, pero no es
cierto en todo», afirma la doctora María Noble, que actualmente atiende en
la Sociedad Argentina de Medicina Interna General, trabajando en Educación
Médica.

Según la entrevista que publica el diario La República, la especialista
cuestiona la tradición de la medicalización y propone la generación de
prácticas de salud centradas en las personas y no en la enfermedad.

«Medicalizar, básicamente, significa transformar una sociedad sana en
enferma», enfatizó. A continuación, un extracto de la entrevista.

¿Qué es la medicalización?

Ponemos énfasis en la responsabilidad del médico. Vemos dónde la medicina
se excede, en los distintos ámbitos, desde lo preventivo hasta el
tratamiento en las distintas áreas. Medicalizar básicamente significa
transformar una sociedad sana en enferma. La forma de medicalizar es pensar
que los males cotidianos necesitan un fármaco o que las preocupaciones de
la salud se pueden canalizar a través de estudios, y que esos estudios
lleven a medicarse.

La medicalización tiene varias aristas, por ejemplo cómo se ponen etiquetas
que al mismo tiempo tienen varias versiones. Uno es el tráfico de
enfermedades, que es cuando las industrias que tienen interés en
promocionar determinado fármaco transforman un malestar en una patología.
Tener un factor de riesgo no quiere decir que uno se va a enfermar, es algo
relacionado.

Hay un enorme trabajo de la industria de transformar el riesgo en
enfermedad, si la gente teme algo de la medicina, llega al consultorio y al
preguntarle qué enfermedad tiene y dice: colesterol, eso es solo un factor
de riesgo. Hay gente que tiene colesterol, y piensa que se va a morir y
pide una medicación, y no tiene diabetes, hipertensión ni antecedentes
familiares, y por lo tanto que ese colesterol le traiga problemas tiene
bajísimas posibilidades.

Otra forma de medicalizar es cambiar los puntos de corte de una enfermedad.
Antes el colesterol normal era hasta 240, ahora es hasta 200. Ese
corrimiento aumenta enormemente la cantidad de personas que entran en la
categoría de tener el problema.

Otra consecuencia es la excesiva prevención. En la sociedad se piensa que
es mejor prevenir que curar, y eso ha sido tradicionalmente así, pero no es
cierto en todo.

Está también el uso de fármacos para cualquier cosa, si tengo dolor lumbar
me va a ir bien si tomo un analgésico, pero mucho mejor si hago un
ejercicio de estiramiento. Hay que pensar en la solución de problemas de
salud mucho más allá de los fármacos.

El tema es que a veces en los tiempos que vivimos es más fácil tomarse la
pastillita para sacarse el dolor que hacerse un tiempo en su rutina para
hacer una caminata que va a ser más efectiva para sacarse ese dolorcito en
la espalda.

En este tipo de cosas concluyen muchas cosas, por una parte está el
paciente mal informado, por la industria, los periodistas, por los médicos.
A los médicos nos pasan muchas cosas. Es que parte de la formación está
financiada por los laboratorios, que esponsorean congresos, encuentros,
investigaciones.

En la medida en que la educación médica no esté independiente de quien esté
interesado en su prescripción, estamos en un gran problema. Además tenemos
que aprender a leer la literatura médica en detalle para saber dónde están
las posibles manipulaciones de la información. Debido a la falta de tiempo
es más fácil prescribir que explicar. Tenemos muy mala praxis, y por eso se
hace medicina defensiva, y en ese caso, se está poniendo a él delante y no
al paciente.

¿Y cómo se sale de este lío?

Se está trabajando en el mundo en la medicina centrada en la persona, que
trata de estimular el diálogo entre médicos y pacientes; que se encuentren
las herramientas adecuadas para que los profesionales puedan decirle al
paciente cuáles son los beneficios y los daños que cada práctica conlleva y
se tome en cuenta la opinión de ellos, y después de todo eso se tome la
decisión de la prescripción de la medicación del tratamiento.

La medicina ha perdido de vista al paciente porque está hipnotizada por
toda la tecnología de los fármacos. Ojalá pudiéramos centrarnos en los
cuatro principios de la bioética: de beneficencia, de no maleficencia, de
autonomía y de justicia.