domingo 6 de marzo de 2022
En esta cuarta ola del feminismo que vivimos, el mayor desafío es terminar con el acoso y la violencia basada en género. Pero el movimiento en sí mismo tiene como uno de los principales desafios, y hacia la interna en principio, la propia diversidad.
Y es en la actualidad que la interseccionalidad toma mayor relevancia.
No sólo se deben lograr consensos en la lucha del movimiento como colectivo sino más bien se deben de aceptar las diferencias respetándonos, como individuos y cómo colectivos dentro del movimiento mayor. La clave parecería estar en salir de la disputa por la hegemonía interna, en reconocer la fortaleza de la complementariedad y de la diversidad, lo que hace a la verdadera sororidad. Por eso creemos que es un desafío más hacia la interna que hacia el exterior del movimiento feminista.
El feminismo surge como movimiento socio-político para acabar con la opresión de la mujer. Pero mujer no es un concepto único y universal, no es un sujeto único ( como el ser mujer blanca, occidental, heterosexual y burguesa) ni ese sujeto es representativo de la realidad de todas las mujeres. Y es en función de esto que no se deben invisibilizar las diferencias de etnia, clase, creencias religiosas, políticas, discapacidad y/o sexualidad, sino que debemos aceptarlas como parte intrínseca del ser mujer.
Porque cada sujeto sufre discriminaciones en base a su pertenencia a diferentes categorías sociales además de la opresión en sí por ser mujer. Por ello deben considerarse de manera conjunta y no como categorías separadas para poder comprender lo que hace a la identidad individual y al colectivo.
La interseccionalidad contempla que cuanto más se desvíe un sujeto de la norma, («hombre blanco, burgués, heterosexual») confrontará más dicriminaciones. Siendo la sociedad la que contempla qué es la norma y quienes están por fuera.
Es meridianamente claro que no es la misma experiencia de vida y visión y objetivos los que tiene una mujer blanca de clase media que los de una mujer negra de clase media, así como no lo son los de una mujer negra de clase media que ejerce como médica y los de una mujer negra inmigrante pobre, ni lo es el de una mujer trans. Diferencias basadas en raza, clase social o incluso por la identidad de género, pudiendo estar reproduciendo en estos ejemplos estereotipos claros que conllevan en sí mismos discriminación y opresión.
Por lo tanto el desafío del feminismo actual no es necesariamente unificar la identidad y buscar sólo los intereses compartidos por todas las mujeres. El movimiento seguirá teniendo en la base la búsqueda de la equidad e igualdad de oportunidades para tomar decisiones en nuestra vida sobre nuestra vida. Pero el desafío mayor es reconocer las distintas necesidades y experiencias de todas las mujeres, y respetarlas como base de la organización colectiva del mismo movimiento.
Entre el personal de salud médico no tenemos prácticamente colegas o estudiantes afrodescendientes o de otras etnias, ni compañeras trans, o compañeras con discapacidades. Las mujeres lesbianas se siguen invisibilizando incluso cuando en la agenda de derechos se incluyen leyes en lo que respecta a matrimonio igualitario por ejemplo.
Como médicas y trabajadoras, que compartimos esta diversidad del ser y hacer, creemos que hay distintos feminismos que deben respetarse. Dentro de nuestro gremio debemos visibilizar las desigualdades de género y sus intersecciones con el fin de construir caminos que socaven estas brechas de desigualdad.
Mostrar lo negativo del modelo médico hegemónico androcéntrico discriminador y excluyente. Hacer nuestra la lucha por igualdad en la diversidad promoviendo debates y talleres de sensibilización con el fin de fomentar buenas prácticas generadoras del tan necesario cambio cultural hacia la interna de las organizaciones que derrame desde las instituciones y a la sociedad en general.