Dr. Juan Medoc, Neuropatólogo uruguayo
1. Las neurociencias en Uruguay
Más allá de toda duda, debe considerarse que el comienzo de la neurociencia en Uruguay coincide con el retorno de Clemente Estable en 1925 de su prolongada estadía en casi 3 años en Madrid junto a Santiago Ramón y Cajal. Decidido a realizar investigación histológica y aplicar las técnicas aprendidas, tuvo oportunidad de comenzar a trabajar en el Instituto de Neurología en 1927, dirigiendo el Laboratorio de Técnicas e Investigaciones Histológicas que Ricaldoni había creado precisamente pensando en Estable. Sin abandonar este lugar a pesar de la muerte de Ricaldoni en 1928, poco después pasó a dirigir el Laboratorio de Investigaciones Biológicas, dependencia del Ministerio de Instrucción Pública, donde de ahí en adelante centralizó su labor de investigador, llegando a ocupar el centro de todas las ciencias biológicas en el país (1).
Ciertamente hubo un uruguayo, José Verocay, que, antes de Estable, trabajó en la anatomía patológica de tumores de los nervios y logró hacerse de fama internacional por el valor de sus hallazgos; pero todo eso lo logró trabajando en Europa, al punto que en muchos lugares se le conocía como "Verocay de Praga". A tal punto llegó la confusión, que Richard Kretz, Profesor de Anatomía de Praga, en su informe de fecha 20 de abril de 1910 para habilitar a José Verocay al concurso de Privat Dozent de la cátedra de Anatomía Patológica de la Universidad Alemana de Praga, se asombra de la procedencia del candidato y anota: "Dr José Verocay, 1876 geb. in Paysandú (?)". El a sombro fue compartido por los otros firmantes, S. Mayer y Pribst (2). No obstante ello, Verocay tuvo la oportunidad de trabajar en Montevideo cuando Ricaldoni le ofreció, y él aceptó, la dirección del Laboratorio de Anatomía Patológica del Instituto de Neurología. Fue quien dictó la primera lección de neuropatología en el país, en 1927, cuyo tema fue: "Tumores encefálicos, espinales y de los nervios" Lamentablemente pudo ocupar dicho cargo sólo unas pocas semanas, ya que, enfermo, debió retornar a Europa, donde murió poco después (3).
Algunos otros uruguayos tuvieron una laxa vinculación, casi que anecdótica, con la neurociencia. Vilardebó trajo de Paris una carpeta manuscrita en que reunía los apuntes de un curso de fisiología experimental dictado por Claude Bernard en 1847-1848, conteniendo varias experiencias neurofisiológicas (4). Pero Vilardebó se dedicó a la medicina y, como pasatiempo, a la arqueología. Francisco Soca en 1888 presentó en París su tesis de doctorado sobre la enfermedad de Friedreich (5), pero su interés por el sistema nervioso no pasó de la clínica. Jacinto de León, el primer neurólogo del país, profesor de Física Biológica en la Facultad de Medicina, y que mantuvo comunicación personal y epistolar con Cajal, utilizó la electricidad como estimulador biológico, pero sólo como terapéutica (6).
Se puede afirmar, entonces, que la neurociencia en Uruguay nace en el marco del Instituto de Neurología creado por Ricaldoni y al amparo de su inquieta personalidad, tomando dos caminos: el seguido por Estable hacia la neurohistología y la experimentación, y el seguido por Verocay hacia la neuropatología (7). El primero de esos caminos rápidamente desbordó los límites del Instituto, cobró independencia y condujo a una infinidad de realizaciones, investigaciones y hallazgos científicos y, a la vez, a la formación de una pléyade de investigadores en todos los campos de la biología experimental y particularmente de la neurociencia. El formidable desarrollo de la neurociencia en los años siguientes y en especial el de la neurofisiología en la Facultad de Medicina, tuvo su inicio en las experiencias precursoras de Estable en su laboratorio. El segundo camino quedó trunco al poco andar, al desaparecer Verocay, y de ahí en adelante el progreso fue lento, a los tumbos, y al estar contenido por el Instituto, sufrió el deterioro que siguió a la muerte de Ricaldoni. El renacimiento del Instituto bajo la dirección de Alejandro H. Schroeder a partir de 1937, y en especial el nombramiento de Román Arana Iñiguez como Director en 1957, permitieron la recuperación del Laboratorio de Anatomía Patológica (8). Pero por sobre todo ello incidió decisivamente la aparición de quien fue capaz de darle una orientación definida y una dedicación completa: Juan Medoc.
Orígenes de la neuropatología
El 8 de marzo de 1927 el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina nombró los integrantes del Instituto de Neurología. Entre ellos, figuraban los del Laboratorio de Anatomía Patológica, que eran: José Verocay, jefe; Dr. Arnoldo Meerhoff, ayudante; y Juan Malet, auxiliar. Al renunciar Verocay el 10 de mayo, apenas 5 días después de la inauguración del Instituto, fue reemplazado en carácter honorario por Francisco Caffera. Meerhoff renunció en abril, y en su lugar fue nombrado Rodolfo De Angeli.
De Angeli se graduó como médico el 27 de junio de 1927, luego de lo cual se radicó en el departamento de Durazno, donde se desempeñó como médico de campaña hasta su retiro. Luego de jubilarse volvió al Instituto de Neurología como colaborador honorario del Laboratorio al que había pertenecido en sus orígenes, donde permaneció hasta su muerte por la rotura de un aneurisma intracraneano. No podemos precisar en qué fecha dejó el Instituto; pero sí sabemos que Juan Medoc ingresó como auxiliar del Departamento el 2 de octubre de 1928. Es de suponer que ese cargo estaba vacante por pasaje de Malet al de ayudante, a su vez dejado libre por De Angeli, que debe haber renunciado entre el segundo semestre de 1927 y el primero de 1928.
Con motivo de la enfermedad de Ricaldoni que lo llevó a la muerte el 6 de julio de 1928, se hizo cargo en forma interina de la Dirección desde abril de 1928 el profesor más antiguo, que era Francisco Caffera, jefe del Laboratorio de Anatomía Patológica. En consecuencia, Caffera pudo dedicar menos tiempo a su laboratorio, que quedó prácticamente en manos de los jóvenes Malet, que se recibiría en diciembre de 1929, y Medoc.
En 1931 Medoc pasó a ocupar el cargo de ayudante, y probablemente Malet haya pasado a ocupar la jefatura del laboratorio Tiempo después renunció Malet y en su lugar fue nombrado el Dr. Héctor Ardao, quien dejó de concurrir a partir de 1943 para ejercer una beca de perfeccionamiento quirúrgico en Londres, y finalmente renunció en 1945. Este año se nombró Jefe de Laboratorio a Juan Medoc, cargo que ocupó hasta su definitivo retiro en 1974.
Queda bien claro que de los integrantes del Laboratorio de Anatomía Patológica, sólo Juan Medoc tuvo una continuidad funcional a través de las diversas vicisitudes que vivió el Instituto de Neurología y de las distintas jefaturas. Todos los demás, tarde o temprano, se alejaron de la anatomía patológica del sistema nervioso. Interesa, pues, profundizar más en los antecedentes de este joven patólogo que aún siendo estudiante, pasó a dirigir el laboratorio en 1945, y lo siguió haciendo durante casi 30 años.
La carrera médica de Juan Medoc
Juan Medoc nació el 16 de enero de 1903 en Montevideo en el seno de una familia de trabajadores vasco franceses. Su padre fue Pedro Medoc Aguer y su madre Isabel Eyherabarren. Vivió su infancia y juventud en plena Ciudad Vieja, en la calle Pérez Castellanos 1386. Es posible que mucho de su rico anecdotario se haya originado en las vivencias de esa época y ese vecindario.
En 1922, con 19 años recién cumplidos, ingresó a la Facultad de Medicina, trayendo el lastre de dos materias previas: Historia Natural y Química, poniendo de manifiesto una dedicación al estudio escasa o poco disciplinada, o la necesidad de dedicar su tiempo a otras tareas para ayudar al sustento familiar. Le correspondió el plan de estudios de 1912. Curiosamente firmó "Juan Medoc Aguer", o sea los apellidos de su padre, al llenar el formulario de inscripción en la Facultad.
Su desempeño como estudiante universitario fue sumamente desparejo, típico del estudiante crónico. Cursó los primeros 3 años regularmente, en 1922, 1923 y 1924. Los cursos de cuarto, quinto y sexto años le ocuparon dos años cada uno, culminando los cursos en 1930. Los exámenes fueron dados en forma sumamente irregular, completando los de primer año a mediados de 1923, los de segundo año en diciembre de 1926 y los de tercer año en 1928. En diciembre de 1930 aprobó "Patología Quirúrgica 2º" con Sobresaliente por unanimidad y desde entonces y por 9 años no dio más exámenes. Recién en diciembre de 1939 se decidió, y aprobó con la misma nota "Materia médica y Terapéutica". Un año más tarde aprobaba "Medicina Legal" con la misma nota. Pero esos resultados brillantes no lo estimularon, pasó tres años antes de reiniciar sus exámenes, para luego, a una frecuencia de uno por año, continuar dando exámenes hasta el último, aprobado el 30 de mayo de 1949, con el cual egresó como médico, 27 años después de haber ingresado. Sin embargo, a pesar de esos enormes intervalos entre exámenes, los preparaba a conciencia, lo que se reflejaba en las elevadas calificaciones que obtuvo, siendo que en 20 de los 22 exámenes obtuvo calificaciones de muy bueno o superiores. Como resultado de esta atípica dedicación, al egresar alcanzó una alta escolaridad que le hizo acreedor a la exoneración del pago de los derechos del título por el Consejo Central Universitario, junto a los egresados Pedro Tost, Lorenzo Mérola Sóñora y Alberto Ardao, por resolución del 10 de agosto de 1949.
Es evidente que Medoc se había decidido, muy precozmente, por la anatomía patológica y en especial por la neuropatología. Para él, las exigencias curriculares eran secundarias. Así fue que nunca ejerció como médico y que, a poco de recibido, solicitó y se le otorgó la dedicación completa como Jefe del Laboratorio de Anatomía Patológica del Instituto de Neurología. Ese era su verdadero objetivo: dedicarse por entero al laboratorio y a la neuropatología.
Juan Medoc en el Instituto de Neurología bajo Schroeder
Ya se señaló que fue en el año 1928, cuando tenía 25 años, que Medoc ingresó como auxiliar en el laboratorio de Anatomía Patológica del Instituto de Neurología. El mismo año ingresaba al Instituto, como practicante interno, José Bernardino Rodríguez, futuro neurólogo, defensor acérrimo del Instituto, verdadera encarnación del espíritu de Ricaldoni. Entre los dos recién llegados se entabló una profunda amistad a pesar de una infranqueable diferencia de personalidades. Dijo Medoc de Bernardino: "…dedicó su vida a la Neurología, haciendo de ella un verdadero sacerdocio, aplicándose con tesón a la docencia de la misma…Su cultura amplia y selecta desbordó las disciplinas médicas, haciendo de él una figura de relieve dentro de la intelectualidad uruguaya, todo lo cual contrastó en forma aguda con el fondo de modestia y humildad con que subrayó siempre su destacada personalidad" (9). En ese fondo de modestia y humildad residía la gran semejanza entre estos dos personajes. Desde que se conocieron, Medoc sintió una enorme admiración y un sincero respeto por su amigo.
En ese primer año en el laboratorio, el trabajo no abundaba. Se limitaba a los estudios necrópsicos de los pacientes fallecidos, ya que eran excepcionales las piezas obtenidas en operaciones. En los primeros años del Instituto de Neurología, se operaron sólo pacientes con tumores cerebrales, en algunos de los cuales no se pudo llegar ni siquiera a ver el tumor, y todos los cuales fallecieron por lo que su diagnóstico fue post-mortem Las directivas de Ricaldoni de obtener un máximo de autorizaciones para autopsia fue claramente seguida por Bernardino Rodríguez y Juan Medoc, quien, demostrando su entereza moral, se encargaba personalmente de solicitarlas. Previo a la labor técnica, tenía para el difunto unas oraciones de corte religioso. Posteriormente enviaba a los familiares una nota en la que hacía constar la causa del deceso y un agradecimiento explícito: "Nos resta agradecer el altruismo y sus humanitarios sentimientos, que al colaborar en nuestras investigaciones nos ha permitido conocer exactamente la naturaleza del mal" expresaba en forma textual el 30-11-1965, por escrito, a un familiar.
En esos años Medoc hizo sus primeros trabajos científicos, con Malet y luego con Bernardino, entre los que resaltamos los primeros casos de neurinomas del acústico publicados en el país.
La llegada de Alejandro H. Schroeder a la dirección del Instituto de Neurología en 1937 determinó un fuerte estímulo a la vocación neuropatológica de Medoc. Schroeder tenía una excelente formación en histología del sistema nervioso, debido a su condición de Profesor de Histología desde 1924 y a su estadía en Europa, de 1925 a 1928, con maestros de la histología e histopatología del sistema nervioso central, como los alemanes Jacob y Nonne y el español Pío Del Río Hortega, con quien aprendió la técnica de plata para el estudio del sistema nervioso. Medoc, en esa época era ayudante titular del Laboratorio, cuyo jefe era Héctor Ardao. Rápidamente se estableció una fuerte corriente de afinidad entre Schroeder y Medoc. El estudio de preparados se hacía en común. Cuando Schroeder debía operar, al no tener colaboradores quirúrgicos, recurría a la buena voluntad y disposición de Medoc para actuar como ayudante. Medoc siempre aceptaba, a veces con Ardao, que tenía importante experiencia en cirugía general, otras veces, las más, solo. Muchas veces, los malos resultados de la época hacían que a los pocos días de la cirugía, Medoc debía participar en la autopsia del paciente. Los especímenes obtenidos eran cuidadosamente estudiados y luego guardados, comenzándose así el nutrido archivo y museo de anatomía patológica del Instituto.
Durante muchos años, una vez alejado Ardao, Medoc fue el ayudante quirúrgico de Schroeder, a veces compartiendo dicha función con el jefe de clínica de neurología, Fortunato Ramírez, o con algún desprevenido practicante que accedía a colaborar. De la misma honoraria manera, colaboraba como instrumentista la hija de Schroeder, María Manuela ("Manola"). Hay constancia en las historias clínicas de la época, de operaciones que requirieron, como material hemostático, la aplicación de músculo pectoral de paloma, adecuadamente preparado y machacado por Manola, luego que Medoc cazara algún ejemplar entre las bandadas de palomas que merodeaban por el Hospital Maciel (10).
Luego de la incorporación de Román Arana Iñiguez al equipo quirúrgico, comenzó a disminuir hasta desaparecer la colaboración operatoria de Medoc. Al mismo tiempo, la cantidad creciente de pacientes y de piezas o biopsias le daban más ocupación en el laboratorio. En especial luego de ser nombrado, aún estudiante, jefe del laboratorio. Los trabajos publicados por Medoc en esa época son compartidos por Schroeder y otros clínicos. Se nota el interés de Schroeder por la hidatidosis del sistema nervioso y el de Medoc por los epidermoides y dermoides por un lado y los craneofaringiomas por otro. Este interés de Medoc culminará en su excelente tesis de doctorado sobre "Tumores de la bolsa de Rathke" (11) de 1951, estudio que afirmó la madurez científica tanto de su autor como de la neuropatología en el país. No ha habido, hasta ahora, trabajo que se le equipare en la disciplina. En él, Medoc desarrolla los conceptos y las clasificaciones de avanzada para la época, citando las clasificaciones de Cornil, de Duffy y con especial interés la de Pío Del Río Hortega, y haciendo una completa reseña del tema desde los trabajos de Onanoff de 1892 hasta los de Cornil.
La actuación conductora de Schroeder cesó en el año 1953 por motivo de la enfermedad que primero lo alejó y después lo apartó definitivamente del Instituto. Medoc, que era quien más supo adaptarse a la personalidad del director, sintió mucho el alejamiento y la posterior muerte de Schroeder. Con él no sólo había madurado científicamente y consolidado su vocación, sino que había adquirido protagonismo docente en el Instituto a través de los ateneos de Anatomía Patológica que dirigía con total solvencia, rodeándolos de un aire de misterio que provocaba en la audiencia una incertidumbre que sólo cedía en el último momento, cuando Medoc revelaba los secretos de la pieza anatómica.
Pio del Río Hortega y Moisés Polak
Dos personajes tuvieron gran influencia en la decisión de Medoc de encaminarse hacia la neuropatología. Fueron Pio del Río Hortega y Moisés Polak.
Pio del Río Hortega (1882-1945), español, oriundo de Valladolid, discípulo directo de Nicolás Achúcarrro, fue la máxima figura de la escuela neurohistológica española luego de Cajal. Sus investigaciones y sus técnicas le llevaron a encontrar la microglia y la oligodendroglia, incluidas hasta ese momento dentro del "tercer elemento" de Cajal, y más tarde a reclasificar los tumores del sistema nervioso. Por la guerra civil española, debió emigrar. Fue primero a trabajar junto al neurocirujano francés Clovis Vincent en Paris, con quien había estado relacionado previamente desde España, ya que el Servicio de Neurocirugía de La Salpetriere le enviaba muestras neuronales para su estudio. Viajó luego a Oxford, al servicio neuroquirúrgico de Hugh Cairns y finalmente, en 1940, a Buenos Aires, junto al neurocirujano argentino Manuel Balado. Al año siguiente pudo instalarse con laboratorio de investigación a su cargo en la capital argentina. En Buenos Aires fundó y dirigió los "Archivos de Histología Normal y Patológica" y permaneció allí hasta su muerte. Fue visitado por varios uruguayos por períodos variables. Schroeder lo visitó en Madrid en 1926, Washington Buño y Pedro Ferreira Berrutti estuvieron con él en Buenos Aires. En 1941, a invitación de Schroeder, concurrió a Montevideo donde se realizó una reunión en su honor en el Instituto de Neurología. Río Hortega dio una conferencia: "De los tumores del nervio óptico a los astrocitomas cerebelosos". En esa reunión Medoc presentó con Schroeder el trabajo "Hemangioma de la columna vertebral" (12) y en ella conoció personalmente al sabio español. La personalidad austera y humilde de Río Hortega, su sabiduría sencilla y su capacidad para analizar los hechos tienen que haber impactado al patólogo uruguayo, que por primera vez se encontraba ante una autoridad científica de primer nivel.
Moisés Polak fue el discípulo argentino más destacado de Río Hortega. Continuador de su obra, dirigió los "Archivos" luego de la muerte de su fundador, y organizó el "Registro Latinoamericano de tumores del sistema nervioso", para el cual definió precisas rutinas para el estudio de los tumores. Dirigió los "Archivos" luego de la muerte de su fundador, y para integrar su Consejo de Redacción invitó a los uruguayos Washington Buño, Pedro Ferreira Berrutti y Juan Medoc. Fue un estrecho amigo de Medoc, amistad que trascendió la esfera científica, como es posible deducir del copioso intercambio epistolar que conservó la viuda de Medoc, la Dra. Orquídea Fernández. Medoc introdujo en nuestro medio el protocolo de estudio de tumores de Polak, que permitió la incorporación al "Registro". Así se procedía: "Una vez fijado el material en formol al 10% (dos a tres días), se divide en tres partes: una de ellas queda como archivo, otra se sigue por inclusión en parafina para coloración habitual de anilina y la tercera se secciona por congelación. Con los cortes se realiza siempre las siguientes coloraciones: hematoxilina-Sudan IV para grasas e impregnación argéntica de Río Hortega……en ciertos casos se realizan investigaciones histoquímicas comunes y a veces en material en fresco se efectúa el método de Golgi-Hortega-Laviña". Medoc pudo disponer de Polak como consultante para casos complejos y actuó como confidente solidario ante los sinsabores que por razones políticas debió soportar su amigo argentino durante el régimen peronista. El 5-12-1968 Polak escribió a Medoc: "Días pasados el amigo Arana me entregó tu carta calurosamente solidaria, con todo el contenido emocional que sienten los amigos entre sí". Y más adelante: "Mis saludos para tu mujer y los amigos comunes y para ti un gran abrazo, que ya tiene muchos años de inquebrantable amistad". Varias veces se contó en Montevideo con la presencia ilustrada de Polak, invitado por Medoc o Arana.
A su graduación en 1949, a la finalización de la tesis de doctorado, al otorgamiento de la dedicación total en 1951, a su vinculación con Moisés Polak, se agregó su participación en la docencia dictada por la cátedra de Anatomía Patológica a los alumnos de pre-grado, todo lo cual significaba un vuelco significativo en su carrera. En pocos años, Medoc, a pesar de su modestia había sido catapultado a los primeros planos de la especialidad en la región.
Medoc y Arana
Arana sucedió a Schroeder como Director del Instituto de Neurología en 1957, y un año después el Instituto se trasladaba al Hospital de Clínicas. Allí encontró Medoc mayor espacio para el Laboratorio de Anatomía Patológica y para la exposición de las piezas históricas del museo. También encontró una multiplicación del trabajo y un público creciente para sus ateneos, que se transformaron en los más concurridos del Instituto, con asistentes provenientes de otras clínicas. Atraídos por el prestigio de su jefe, se fue acercando al laboratorio gente joven ya iniciada en patología, para completar su formación con la patología del sistema nervioso. De esta manera se iniciaron en neuropatología Engelberto García Díaz, Juan Alberto Folle, Juan Antonio Purriel, Carlos Ohanian y Walter Meerhoff entre los uruguayos, y Ligia Barbosa, de Porto Alegre.
Fue Medoc uno de los artífices del período de oro del Instituto, que cubrió la década del sesenta. El principal aporte de Medoc a la neuropatología nacional fue la puesta a punto como rutina diagnóstica de las técnicas desarrolladas por Pío del Río Hortega, inicialmente introducidas al país por Schroeder y que hasta el momento sólo eran empleadas por Estable con fines de investigación. De especial importancia fue la técnica de coloración de la neuroglia por el método del carbonato de plata amoniacal. En los múltiples trabajos de Medoc y sus colaboradores se pueden apreciar originales variaciones de esta técnica, como la técnica para oligodendroglia de Del Río Hortega o la técnica de Bielschowsky para neuroglia y microglia.
El Instituto de Neurología le debe, además, la protocoolización de la necropsia del sistema nervioso y el enorme impulso que personalmente dio a las autopsias, transformadas por él en rutina. El cúmulo de conocimientos aportados por las autopsias solicitadas y practicadas por Medoc es imposible de medir.
A la par de sus trabajos específicamente patológicos, prestaba su colaboración especializada a los diversos integrantes del Instituto que la requerían. Múltiples trabajos publicados en los Anales del Instituto de Neurología o en Acta Neurologica Latinoamericana, revista fundada y dirigida por Arana, y en la que Medoc formó parte de su Comité de Colaboradores, evidencian esa colaboración. En este período compartió autorías de trabajos con neurólogos como Bernardino Rodríguez, Kempis Vidal, Gomensoro, Bottinelli, Maslenikov, Vázquez de Negrotto, Gerstle de Pasquet, Laguardia, Mendilaharsu, Acevedo de Mendilaharsu, Deffeminis y su grupo de trabajo en enfermedades neuromussculares, Cerviño, Chouza; con neurocirujanos como Arana, San Julián, Folle, Rodríguez Juanotena; con Rodríguez Barrios y el grupo de neurooftalmología, con Azambuja, con Fuster y tantos otros.
Siguió ejerciendo su cargo, con régimen de dedicación total, hasta el 18 de abril de 1974, con autorización especial por haber sobrepasado la edad reglamentaria de cese. El 8 de agosto fue designado Profesor Ad Honorem de la Facultad de Medicina por el Decano Interventor y el Consejo Consultor y Asesor. Por algún tiempo continuó frecuentando el laboratorio, dirigido a partir de su retiro por su discípulo más destacado, Juan A. Purriel. Falleció en 1987.
La personalidad de Medoc
Era Medoc de estatura baja, algo obeso, de precoz calvicie que cubría con el gorro blanco típico de los médicos franceses de principios de siglo y que aquí usaran Ricaldoni y algunos de sus alumnos. Fue Medoc el último integrante del Instituto de Neurología en usarlo.
Su buen humor permanente, su bonhomía, era el aspecto dominante de su manera de ser, que se extendía a su hablar pausado, sereno, con fácil acceso a los recuerdos y las anécdotas, y a su actividad física escasa, limitada a sus tareas de laboratorio. Sabía escuchar con atención, observando con una sonrisa mínima y sincero respeto a su interlocutor o, en los ateneos, a quienes opinaban sobre el caso cuya pieza anatómica iba a mostrar. Acompañaba con fundamentos y citas de opiniones de autoridades sus demostraciones neuropatológicas, sin poder ocultar el enorme entusiasmo y placer que sentía por su trabajo. Era el mismo entusiasmo que en sus años juveniles lo impulsó a asistir al Prof. Schroeder en toda oportunidad que él lo requiriese. No participaba en polémicas ni discusiones, solamente exponía los hallazgos anátomo-patológicos con algunos breves comentarios para aclarar los mismos, o en ausencia de hechos definidos, para intentar explicar esa ausencia.
Este carácter calmo de Medoc, su modestia, la sencillez de su estilo comunicativo, lo hacían una compañía agradable y simpática entre los integrantes del Instituto. Los más veteranos, aún siendo menores que él, lo llamaron hasta el final "Juancito", diminutivo que encerraba el cariño y la amable simpatía que inspiraba. Esta característica, sin embargo, no era apreciada por los estudiantes de medicina. Ellos se enfrentaban a Medoc en dos ocasiones: en sus clases de anatomía patológica del sistema nervioso y en los exámenes de Patología Médica 2º. Sus clases no eran muy concurridas, por la aridez de la mayoría de los temas, en especial los de tumores, cuyas clasificaciones, presentadas por Medoc en detalle, y la fatigosa secuencia de preparados y sus respectivas descripciones, abrumaban a los estudiantes. En los exámenes era exigente, como lo fue consigo mismo en su momento, recordemos que tardó 27 años en recibirse y rindió sus exámenes con muy altas calificaciones. No había período de exámenes de "Médica 2" sin que una cantidad importante de estudiantes pasara a segundo llamado o directamente no se presentase cuando se daba a conocer que Medoc integraba la mesa examinadora. Era también frecuente, luego de los exámenes, y en la intimidad de su laboratorio, oírlo comentar, serio y preocupado, sobre el escaso conocimiento que demostraban los examinandos.
Dentro de su laboratorio, era un ser de una calidez extrema, profundamente querido por sus colaboradores médicos y no médicos. Enseñaba con su quehacer diario, sin hacer alarde de conocimientos. Trabajador sin apuros y sin fatigas, nunca permitía que el ambiente se tensara o surgieran conflictos. Conocedor de cuentos, anécdotas e historias de todo tipo, los relataba con maestría, agregando matices de picardía o misterio que los hacían más interesantes. En momentos de descanso fumaba, a escondidas de su esposa, cigarrillos que solicitaba con disculpas a sus colaboradores o visitantes, y que disfrutaba con fruición. A continuación retribuía el gesto obsequiando al donante con algún jugoso comentario.
Formó su hogar con la Dra. Orquídea Fernández, médica. Fue ella quien lo estimuló en forma permanente a ampliar sus realizaciones, a recibirse de médico y a acceder al título de especialista por competencia notoria. El matrimonio no tuvo hijos.
Dr. Eduardo Wilson
Dr. Rafael De Armas
Imágenes
Dr. Juan Medoc
Junto al Dr. Juan Antonio Purriel
Junto a varios colaboradores.
Referencias
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ciencias y el pensamiento nacional. Rev Nacional 1995, 240:99-124.
2) De Armas R, Otero M, Cech P: A set of documents of José Verocay’s life and
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4) Mañé Garzón F: Vilardebó (1803-1857) Primer Médico Uruguayo. Montevideo,
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5) Soca F: Estudio clínico de la enfermedad de Friedreich. Tesis de doctorado.
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7) Estable JF: La neurociencia y el Instituto de Neurología. Montevideo, 1997.
8) Wilson E: Neurología en el Uruguay. VIII Congr Panam Neurol, Montevideo,
1991, pp:21-45.
9) Medoc J, Fuster B: Bernardino Rodríguez. Acta Neurol Latinoamer 1964, 10:99.
10) Historia Clínica Nº Archivo de historias clínicas del Instituto de
Neurología (1927-1958).
11) Medoc J: Los tumores de la bolsa de Rathke (craneofaringiomas). Tesis de
Doctorado. Facultad de Medicina, 1951.
12) Schroeder AH, Medoc J: Hemangioma de la columna vertebral. An Inst Neurol
Montevideo 1942-1943, 4-5:91-100. An Fac Med Montevideo 1945, 30:1-18.
13) Carta de M. Polak a J. Medoc. Original en poder de Orquídea Fernández de
Medoc.
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