Ciclo de entrevistas a médicas: Prof. Dra. Laura Llambí, internista

En el mes de la mujer, realizamos un ciclo de entrevistas a médicas que, además de ejercer su especialidad, son profesoras de la Facultad de Medicina de la Udelar. En esta oportunidad, compartimos el diálogo con la Prof. Dra. Laura Llambí, directora de Clínica Médica B del Hospital de Clínicas, coordinadora de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Clínicas, Udelar.

Ciclo de entrevistas a médicas: Prof. Dra. Laura Llambí, internista

miércoles 26 de marzo de 2025

—¿Qué mujeres han influenciado tu carrera docente?

—Varias mujeres han influenciado mi carrera docente; principalmente dos: Beatriz Goja y Filomena Pignataro, ambas internistas y profesoras agregadas de Clínica Médica en el Hospital de Clínicas cuando entré como residente. Las dos son mujeres con una fuerte presencia docente, una gran capacidad para la transmisión de conocimientos y también con una capacidad de razonamiento clínico, de resolución de los casos complejos sumamente admirable. Y que nunca perdieron la cercanía y el humanismo, la capacidad de dirigirse al otro —ya fuera al paciente, al estudiante, al familiar— con sumo respeto y empatía.

Más adelante en el tiempo—en el área de investigación— fue muy inspiradora la profesora Alicia Alemán, una de las tutoras de mi doctorado en ciencias médicas. De Alicia lo que más aprendí fue todo lo relativo a investigación: seguir un método, plantearnos hipótesis, desarrollar protocolos, analizar datos y discutirlos críticamente en el equipo de investigación. Todo de forma metódica, sistemática, científica; incluso cómo redactar papers para su publicación. Muchísimas herramientas para mi rol de investigadora.

Por último, creo que siempre hay una figura inspiradora —que muchas mujeres médicas tenemos— como la omnipresente Paulina Luisi. Ella representa esa figura pionera, que marcha y rompe barreras, de las cuales después nos beneficiamos las médicas que venimos más adelante en el tiempo. Es un desafío también tomar ese rol y la posta de tratar de ser una diferente para la época; tratar de romper barreras que son consideradas normales y no deberían serlo. En ese sentido, la figura de Paulina Luisi es inspiradora, más allá de que no influenció específicamente mi carrera docente.

—¿Cuáles han sido los mayores desafíos que has enfrentado como mujer en el ámbito académico?

—Uno de los desafíos más importantes que enfrenté en el ámbito académico fue durante la época de mis embarazos: la lactancia, los reintegros, los hijos cuando eran chicos. Recuerdo toda esa época como muy desafiante, el poder cumplir con todas las expectativas y con todo lo que tenía planteado.

En ese momento, el reintegro laboral luego de haber sido mamá, fue muy precoz. De hecho, durante el embarazo de mi primer hijo tuve que hacer un reposo bastante prolongado, y lo viví con esa sensación de no poder cumplir, de culpa, —más allá de que es nuestro derecho tener una licencia médica y cuidar del futuro bebé— me sentía en falta con el trabajo, con ese mandato de dar todo a nivel profesional.

…me reintegré a mi trabajo con un bebé de seis semanas en casa. Eso era considerado como lo normal, lo que correspondía de acuerdo con la normativa

De acuerdo con la normativa de la licencia maternal de esa época, tener reposo los últimos tiempos del embarazo implicaba tres meses de licencia que empezaban a correr un mes y medio antes del nacimiento y se completaban un mes y medio después, por lo que me reintegré a mi trabajo con un bebé de seis semanas en casa. Eso era considerado como lo normal, lo que correspondía de acuerdo con la normativa. Fue sumamente difícil ese reintegro. Separarme de mi bebé tan chico que me necesitaba mucho, lo recuerdo como un desafío grande, fue una vivencia angustiante.

Siempre me gustó mucho mi trabajo académico, ir al hospital y estar con mis estudiantes. Pero visto en retrospectiva —con los derechos parentales adquiridos hoy— era absolutamente inapropiado que una mamá se reintegrara al trabajo a las seis semanas del parto.

Más adelante, con una cabeza más crítica, logré identificar situaciones que hoy llamamos micromachismos: aseveraciones discriminatorias hacia la mujer o incluso bromas discriminatorias o sexistas. Se adquiere cierta capacidad de identificar que eso es ofensivo y se puede decir a viva voz que no corresponde determinado trato o determinada broma. Pero si miro hacia atrás, muchas veces estuve en ámbitos en los que fui tratada de alguna manera discriminatoria por género, tanto verbal como actitudinal.

—¿Cómo percibís el progreso en la igualdad de género en su campo de estudio?

  —Creo que ha habido fuertes progresos desde hace bastantes años que se continúan incrementando. Los logros más grandes tienen que ver con la contemplación de las licencias parentales: extender la licencia maternal, los medios horarios para facilitar la lactancia, las licencias paternales para compartir los cuidados y ser corresponsables —madres y padres— del cuidado de los hijos.

En cuanto al acceso a cuidados —si bien todavía son muy insuficientes— la universidad ha logrado tener espacios de cuidados y recreación para niños pequeños durante las vacaciones de verano, invierno o primavera. Esto era algo sumamente deseado y propuesto muchas veces por las mujeres docentes. Me consta que madres del Hospital de Clínicas han usado esos espacios con sus hijos porque son de gran ayuda para poder conciliar la vida como madre y la carrera docente; la actividad profesional y laboral.

También creo que ha habido progresos importantes en cuanto al ingreso de mujeres a especialidades médicas que en su momento eran típicamente masculinas. En 1998, cuando me recibí de médica, al conversar sobre la elección de la especialidad era común escuchar frases como: “esto es más para hombres”, o “si elegís eso, olvídate de tener familia”, en cuanto al área quirúrgica, por ejemplo. Eran comentarios que hoy serían inaceptables y criticables, era parte del paisaje cotidiano que se nos dijera que tales especialidades no eran apropiadas para mujeres. Y en eso hemos avanzado mucho. Hay mucha más equidad.

Desde hace dos años hay una prueba de ingreso única para todas las especialidades. Esto genera mucha más transparencia, anonimato; y de alguna manera garantiza aún más la equidad de oportunidades para ingresar a las distintas especialidades por parte de las mujeres. Eso ha sido también un gran avance de la Facultad de Medicina.

—¿Qué cambios te gustaría que se produjeran en la Facultad de Medicina para apoyar a las docentes?

—De alguna manera se debería garantizar el acceso a las oportunidades con equidad de género, me refiero a oportunidades de concursos de altos grados de la carrera docente y lo mismo a fondos de investigación, a llamados abiertos.

Hay que promover que los tribunales, comisiones asesoras de llamados, cargos u oportunidades de financiación de alto nivel, estén integradas de una manera equitativa en género, que tengan cierta paridad. Por más transparencia que haya en un tribunal o en una comisión asesora, si no está integrada de una manera en la que el género esté contemplado, puede ser que se desconozcan algunas sensibilidades incluidas en las propuestas o en las postulaciones.  A la hora de evaluar a esos aspirantes debemos tender a una representación paritaria para lograr una mayor equidad en las oportunidades.

Otro desafío importante que tenemos como facultad de medicina y formadores de recursos humanos en salud, es transmitir a nuestros estudiantes el sesgo de género que existe actualmente, desde la investigación biomédica hasta la asistencia médica o asistencia clínica.

En la Facultad de Medicina tenemos que avanzar en investigar más y crear más conocimiento con una mirada de género en temas relacionados a las mujeres que han sido desatendidos por años.

Hay cantidad de patologías que pueden tener una presentación diferente en la mujer que en el varón y que históricamente la medicina las ha enseñado o divulgado, tal como se presenta en el varón e ignorado que hay otra mitad de la población que puede tener una manifestación clínica distinta. Existe mucha evidencia de que esto es así. Ahí hay un sesgo de género en cómo interpretamos determinados síntomas. Por años, en las escuelas y facultades de medicina hemos enseñado el dolor torácico tal como ocurre en el varón y a la presentación en la mujer le llamamos dolor atípico, cuando puede llegar a tener una resolución diagnóstica más tardía; pero con frecuencia se interpreta como síntoma de estrés, ansiedad o nerviosismo y no se piensa en el peor de los escenarios como que ese dolor atípico pueda ser una enfermedad coronaria y un infarto.

Hasta en eso tenemos que cambiar, ¿por qué es atípico? ¿respecto a qué? Si la mitad de la población lo presenta con similares características y la otra mitad con otras, tendremos que encontrar cómo deconstruir esa asimetría o sesgo de género que hay en la propia atención médica.

De igual forma con la investigación clínica o la atención a determinados temas como la menopausia y climaterio. En estos últimos casos, se han desarrollado varias estrategias que ayudaron a quitarle la connotación negativa. Todo eso tiene que ver con la llegada de las mujeres a la especialidad ginecología y obstetricia, así como su presencia en las áreas donde se investiga, se deciden temas, se desarrollan programas para la atención de determinadas enfermedades.

En la Facultad de Medicina tenemos que avanzar en investigar más y crear más conocimiento con esta mirada de género en temas relacionados a las mujeres que han sido desatendidos por años.

También, enseñar en clave de equidad para que ese sesgo que existe en la atención médica tienda a desaparecer; y para que los médicos estén capacitados para diagnosticar y tratar adecuadamente tanto la presentación que se denomina clásica, la del varón, que han enseñado por siglos en los libros de medicina, como la presentación de la mujer.