lunes 20 de marzo de 2023
¿Cómo fueron tus comienzos dentro del gremialismo y qué te impulsó ser parte del movimiento?
Fueron a comienzos de 1985, apenas reinstalado el período democrático e iniciada mi residencia de medicina interna, se conjugaba un momento de esperanza en lo nacional vinculado al resurgir de la democracia, de la participación en todos los ámbitos, con el inicio de mi actividad profesional. Yo pertenecí a la generación de residentes que ingresamos en diciembre de 1984 a pocos días de las primeras elecciones nacionales. Estábamos llenos de ideas, de ímpetu, de compromiso, apostando a cambios estructurales fuertes, entre otros a la lucha por el acceso a los cargos por concurso. Fue un proceso muy natural la integración al SMU a través de la Comisión de Residencias. Recuerdo las primeras jornadas nacionales sobre residencias médicas en Facultad de Medicina. Allí conocí a muchísimos referentes de trayectoria que acababan de llegar del exilio y venían, también, con un bagaje que estaban dispuestos a volcar al colectivo médico. Entre otros, allí conocí a dos colegas que fueron pilares, posteriormente, en lo que sería la creación de la Residencia en Medicina Familiar y Comunitaria, los Dres. Hugo Dibarboure y Tito Pais.
En ese período el debate era intenso y las discusiones se daban en profundidad. En particular, para ir entrando en el tema de género, quiero mencionar que por esos años se publicó un artículo, no recuerdo si fue en la revista Noticias o en Compendio, que se llamaba Super médica, super esposa super madre. Fue revelador para muchas y muchos de nosotros, ya que era la primera vez que veíamos poner en palabras las vivencias que muchas vivíamos como “naturales”, o generadoras de un malestar que no teníamos bien definido ni contextualizado. Lo leíamos en voz alta y comentábamos en las reuniones.
¿Qué problemas encontraste en el camino o qué situaciones tuviste que enfrentar?
La resistencia a los cambios. Me golpeó fuerte encontrarla en el movimiento sindical. Con el tiempo los obstáculos fueron generando desmotivación, además de que a eso se sumaban las jornadas laborales extensas, la inestabilidad laboral, los compromisos familiares, que fueron haciendo que dejara de priorizar la actividad sindical.
La medicina está feminizada, más del 60 % del cuerpo médico son mujeres. En este contexto, ¿cómo es la situación laboral para las médicas?
Se siguen dando situaciones de desigualdad evidentes. Es la primera vez que tenemos en el SMU una presidenta electa mujer, y ni hablar de otros ámbitos laborales y académicos. Sigue operando la violencia simbólica, la exclusión sutil, la doble jornada laboral que dificulta la dedicación a la carrera profesional. Existe el doble discurso, por un lado, políticamente correcto en relación con los derechos, y por otro las prácticas arraigadas en estereotipos de género. Cuesta reconocer a las mujeres jefas de servicio, no se les valida la autoridad, se la discute, se la erosiona. No se le da perspectiva de género a los conflictos. Existiendo en todas las instituciones de salud, equipos de referencia en violencia de género y/o comisiones de género, no se las convoca cuando hay conflictos, denuncias, investigaciones administrativas, incluso en casos de violencia sexual dentro del equipo de salud.
Si comparás la situación actual con tus comienzos, ¿qué avances considerás que se han logrado?
Han existido avances enormes en la legislación y normativa nacional en relación con todos los temas de género y derechos sexuales y reproductivos junto a la creación del SNIS, que son como el gran paraguas para consolidar los cambios. Sin duda que estos logros en derechos estuvieron antecedidos por la militancia y los avances en la participación de las mujeres en todos los ámbitos. Sin embargo, pese al empoderamiento indudable de las colegas más jóvenes, aún siguen existiendo situaciones de violencia y acoso que generan daño, sufrimiento, malestar, además de que no se cumple adecuadamente la normativa vinculada a los derechos laborales en el período de lactancia, por ejemplo, en muchas instituciones.
¿Por qué es importante la participación de las mujeres a nivel gremial? ¿Qué impide dicha participación? ¿Qué estimularía dicha participación?
Porque las mujeres ponemos otros temas sobre la mesa, además de que defendemos la perspectiva de género en todo lo que tiene que ver con las condiciones laborales. Porque las compañeras que empiezan a acceder a cargos de relevancia constituyen un rol modélico para otras.
Lo que impide la participación es, en principio, la dificultad en conciliar los roles tradicionales de la mujer con el laboral y sindical, lo que ya mencioné sobre la doble jornada laboral. Sin embargo, tal vez lo más relevante es la circulación del poder, que no se entrega fácilmente, incluyo también al famoso techo de cristal, que creo que para las universitarias es mucho más duro que el cristal.
La participación se estimula descentralizando, tal como se organiza en núcleos de base y sociedades científicas, a través de comisiones temáticas que estén motivadas en intereses genuinos, escuchando todas las voces, promoviendo debates, articulando soluciones que involucren también acuerdos con otros colectivos de la salud y con usuarios. Las actividades vinculadas al 8M son un buen ejemplo de articulación.